Editorial ABC

España necesita que salga bien

La comparecencia de Sánchez fue el resignado anuncio de una lucha en máxima indefensión contra una recesión inminente

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El presidente del Gobierno anunció ayer al fin su «plan de choque» para plantar cara a la profunda crisis económica que acompaña al drama sanitario en España. Pedro Sánchez avanzó las bases de un «escudo económico y social» que prevé movilizar 200.000 millones de euros, de los cuales el 40 por ciento corresponden a recursos privados y el resto, al Estado. En total, el equivalente al 20 por ciento del PIB para implantar unos recursos inéditos en nuestra historia, con los que financiar un plan de salvación nacional diseñado, en teoría, para aportar crédito y liquidez a las empresas. Pero también para aminorar los demoledores efectos que tenga esta crisis en el empleo, el pago de hipotecas, las cotizaciones a la Seguridad Social, los suministros esenciales para las familias, las exportaciones o el blindaje bursátil de empresas estratégicas para ponerlas a salvo de oportunistas de esta globalización herida.

El plan es bienintencionado y supeditado a la gravedad de las circunstancias, pero ajeno al proyecto económico que Sánchez tenía para España, que inexorablemente va a cambiar de modo drástico. Es un plan reactivo, resignado y necesario, pero probablemente insuficiente a largo plazo porque someterá a nuestro país a un interminable test de estrés en términos de deuda y déficit público. De hecho, la letra pequeña de este «escudo» alberga aún numerosas dudas e inconcreciones sobre el alcance personal que pueda tener para cada ciudadano, pero especialmente para los autónomos y las empresas, auténtico motor del empleo. Tiempo habrá de evaluar la eficacia del plan porque ahora se impone la prudencia y así lo reflejó ayer la Bolsa. A priori, el aval del Estado a las empresas para sostener el crédito y la liquidez, y la solvencia estatal para dar garantías a los ERTE, son medidas razonables. No obstante, el plan debió ser más audaz para dar certidumbre a un empresariado en situación de acuciante asfixia. Sánchez tiene el privilegio de contar en estas circunstancias extremas con el apoyo de la oposición y los agentes sociales, algo que en crisis similares nunca le fue concedido por la izquierda a los gobiernos de centro-derecha. Cuestión de lealtad institucional, de la que la izquierda deberá extraer lecciones. Es cierto que España está necesitada de unos presupuestos de emergencia y de reconstrucción social y económica. Pero en el medio y largo plazo estas medidas no terminan de garantizar la estabilidad porque se pudo actuar antes previendo la magnitud de la crisis financiera. Hará falta mucha más determinación de los poderes públicos para remontar cuando el virus haya sido vencido. Por eso la comparecencia de Sánchez, con un giro evidente en su tono e imagen para corregir los numerosos errores cometidos hasta ahora, fue el resignado anuncio de una lucha en máxima indefensión contra una recesión inminente. Y España necesita que salga bien.

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