Editorial ABC
España merece un PSOE distinto
Hace falta una izquierda conciliadora que se revuelva contra los abusos de Sánchez y capaz de recordarle que el PSOE es constitucionalista
La progresiva radicalización de Pedro Sánchez para sobrevivir a toda costa como rehén de Pablo Iglesias en La Moncloa preocupa cada vez más seriamente en círculos socialistas, y continúa generando tensos conflictos en el Ejecutivo. Por mucho que ambos traten de blindar la coalición de Gobierno, son muchas las evidencias de que la cohabitación es prácticamente nula, que se impone una pugna de egos constante, que no hay disciplina interna ni cohesión, y que lo único que les une es la pasión por el sectarismo y la mentira. Desde hace tiempo, sectores del PSOE -con nulo peso, es cierto- vienen alertando del peligro que supone la jibarización de Sánchez a manos de Iglesias, y la asunción por parte del socialismo de postulados populistas que no caben ni con calzador en el ideario socialdemócrata. Pero Sánchez ha optado por un socialismo extremista y diseñado para empobrecer a los españoles, mientras Iglesias impone sus políticas con apenas una treintena de escaños y saca rédito demagógico de todas ellas. Si España tiene que ser finalmente rescatada por Europa -y es la opción más factible por más que lo oculte Moncloa-, Iglesias tendría que aceptar severos recortes del gasto público, una reducción drástica del déficit y una política fiscal alejada de sus pretensiones estatalistas. Por eso a menudo parece que Podemos pretende dinamitar el Gobierno desde dentro, antes incluso de que se vea forzado a saltar cínicamente de él para no rendir cuentas de su desastrosa gestión.
Si Nadia Calviño accediese a la presidencia del Eurogrupo, Iglesias no vería realizado ninguno de sus sueños bolivarianos para España, porque la autoridad sería de una socialista y no de ministros podemitas tan incapaces como dogmáticos. Y si alguien en el PSOE escuchase aún a Felipe González, sabría que tiene razón cuando se queja de que La Moncloa parece «el camarote de los hermanos Marx», o cuando dice que es imprescindible preservar el pacto constitucional frente a quienes quieren demolerlo. Y si alguien más en el socialismo tuviese la decencia de Margarita Robles para plantar cara a Iglesias y Alberto Garzón, y negar que la Guardia Civil deba ser desmilitarizada, entonces volvería a existir el embrión de un PSOE constructivo, útil y moderado. Hace falta una izquierda conciliadora que se revuelva contra los abusos de Sánchez y capaz de recordarle que el PSOE, además de socialista, obrero y español, es también constitucionalista. En el socialismo sobran quienes apelan a una «crisis constituyente», quienes claudican ante Podemos para jalear el fin de la Monarquía, o quienes negocian inclinados ante el separatismo. El proyecto de Sánchez apunta al advenimiento de un nuevo régimen de corte republicano, regresivo, autoritario y revanchista. Y si alguien en el PSOE no está de acuerdo, o bien lo denuncia en voz alta, o bien debería abandonar el partido.