Editorial ABC
Eficacia, y no política de eslogan
El Gobierno tiene una compleja papeleta, pero no puede instalarse en la política del eslogan porque su obligación, la personal de Sánchez, es liderar la crisis y ofrecer eficacia
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La evolución del contagio por coronavirus en España obliga un día más a hacer un llamamiento a la calma en la sociedad y a la responsabilidad en los partidos. Se imponen la unidad de acción y los mensajes unívocos que tranquilicen a una ciudadanía en la que ha cundido la alarma. Además del paquete económico adelantado anoche por Pedro Sánchez -basado en rebajas fiscales o en la reducción de gastos laborales para las empresas, más allá de un genérico fomento del teletrabajo-, el Gobierno anunció por fin algunas medidas de su anunciado «plan de choque», como la prohibición de vuelos directos a Italia, la suspensión de los viajes del Imserso, la cancelación de actos públicos con más de mil personas en locales cerrados de Madrid, La Rioja o Vitoria y la clausura de instalaciones deportivas de asistencia masiva. Además, el Congreso ha decidido suspender su actividad unos días. Todo apunta a que con casi 1.700 infecciones y alrededor de cuarenta fallecidos, es solo el principio de un régimen de restricciones necesarias para frenar la enfermedad. En cualquier caso, es imprescindible mantener la cautela para no situar al país al borde de una psicosis colectiva. Son muchos los intereses personales, sociales y económicos en juego, y el Gobierno y las autonomías deben ponderar cada decisión en su justa medida, especialmente en la antesala de acontecimientos multitudinarios como las Fallas o la Semana Santa. El Gobierno tiene una compleja papeleta. Pero no puede instalarse en la política del eslogan porque su obligación, la personal de Sánchez, es liderar la crisis, ofrecer eficacia y demostrar la prudencia que no quiso tener, por puro efectismo político, con las masivas convocatorias del 8-M. En ese momento ya era notorio que el coronavirus estaba duplicando su tasa de afectación y el número de muertes. Anteponer cualquier interés partidista a la protección de la salud pública es una temeridad.
Por eso, no se entiende que, preguntado por un posible aplazamiento de las Fallas el presidente eludiera la respuesta, y apenas una hora después tuviera que ser el presidente de la Generalitat el que anunciara su aplazamiento. El liderazgo debe ejercerse en todo el Estado y Sánchez no debería parapetarse, como en este caso, en los responsables autonómicos.
La réplica solvente a esta crisis se basa en la coordinación con las comunidades, y en generar seguridad y certidumbre ante una ciudadanía con derecho a estar preocupada. Pese a ello, no es momento de alarmas sobreactuadas con el abastecimiento de alimentos porque no conviene alejarse de un sentido responsable del civismo basado en la confianza en nuestro sistema. En esto, al Gobierno le ha faltado prevención para anteponerse a la magnitud de la crisis, y le faltan reflejos para evitar que la economía española asuma más riesgos o pueda quedar paralizada.