Editorial ABC

La economía real sale al rescate

Con una deuda pública desbocada, el sector privado es el único que puede evitar el colapso y el desastre

ABC

La cumbre empresarial organizada por la CEOE para plantear y abordar los retos de la recuperación económica arrancó ayer con un discurso -generalizado y compartido por los directivos de las grandes compañías españolas- basado en el pragmatismo. Frente a la sobrecarga ideológica con que el Gobierno pretende afrontar la nueva etapa que se abre en nuestro país, herido por la pandemia, noqueado por el estado de alarma y ahora amenazado por un proyecto de ingeniería social que parte del intervencionismo y desemboca en el clientelismo político de los subsidios, la patronal aboga por blindar la libertad de movimientos que en el terreno económico ha permitido a nuestras empresas generar riqueza, empleo y bienestar. No hay mejor política social que la protección de los puestos de trabajo, prioridad convertida ya en urgencia por la parálisis comercial e industrial a la que han conducido los decretos del Ejecutivo. Ni siquiera los sectores más dogmáticos del Gobierno que preside Pedro Sánchez dudan de la necesidad de reactivar la economía para salvar las cuentas del Estado y evitar los rigores de un rescate financiero, pero no todo vale. Confiar en nuestro tejido empresarial para acelerar el proceso de recuperación tropieza con quienes, a corto plazo, calculan el posible rédito electoral de un populismo que pasa por desalentar la inversión con un modelo fiscal que penaliza a las grandes empresas y las entidades financieras y con un nuevo «estatuto de las trabajadores» que, de entrada, sataniza la reforma laboral de la que se han beneficiado millones de trabajadores en los últimos años. Basta con asistir a las sesiones de la pomposa Comisión para la Reconstrucción constituida en las Cortes para comprobar cuáles son los mimbres ideológicos de la coalición del Gobierno, cuando menos desalentadores, para reactivar la economía.

Con una deuda pública que en el primer trimestre del año alcanzó la cifra récord de 1,22 billones de euros y que será inasumible a la mitad de este ejercicio, el sector privado, aún con fuerza para poner en marcha su motor, es el único que puede evitar el colapso y el desastre. Cuanto antes entiendan el Gobierno y los socios que lo apoyan que la patronal no es el enemigo que presentan en sus burdas caricaturas políticas mejor nos irá a todos. Desde ayer, y a través de una iniciativa inédita, las grandes empresas asumen su compromiso social con una genuina operación de socorro que ha de estar cimentada en el diálogo y en la que ningún actor económico está de más, aún menos quienes tienen en sus manos las decisiones de inversión que España necesita para superar este bache. Penalizar a las empresas en este momento y desoír sus recomendaciones solo contribuye a romper el único escudo social, el del empleo, que nos puede salvar de esta crisis.

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