Editorial ABC

Difícil arranque de un proyecto vital

Aunque las formas no hayan sido las más adecuadas, Casado no podía permitir el desafío de Alonso porque la reunificación del centro-derecha es el imperativo político que necesita España

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La decisión de Pablo Casado de que Alfonso Alonso no sea el candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno vasco, que finalmente racaerá en Carlos Iturgáiz, será difícilmente comprendida desde fuera del partido, pero responde a la lógica interna de un desafío que Pablo Casado no podía perder. La convergencia del PP con Ciudadanos es un imperativo político y electoral al que ambos partidos debían comprometerse. La fragmentación del voto de centro-derecha ha tenido un coste desproporcionado y era ya el momento de iniciativas conjuntas para sumar y reforzar la alternativa a la pinza social-nacionalista asentada en La Moncloa. Alfonso Alonso y el PP vasco que él representaba han tenido plena libertad desde hace años para decidir mensajes y estrategias en las sucesivas elecciones, tanto nacionales como autonómicas, en el País Vasco. Los resultados han sido muy negativos y la actual dirección nacional del PP tenía la obligación de abrir otras vías para evitar que el constitucionalismo vasco quedara reducido a la nada e impedir que se extendiera la sensación de que los barones podían echar órdagos como el de Feijóo, a quien sí le respaldan las urnas. Es sorprendente cómo Alonso, al igual que, en su día, Borja Sémper, reciben encendidos elogios de los más furibundos adversarios del PP. El problema no es que no sean acreedores de esos elogios, que lo son, sino que los adversarios de los populares también elogian la irrelevancia en la que se encuentra el partido en el País Vasco. Las fórmulas localistas del PP, esas que se hacen al margen del proyecto nacional del centro-derecha, pasan factura antes o después a la propia organización territorial y, por extensión, a todo el partido a nivel nacional.

Es evidente que las formas empleadas desde Génova no han sido las más adecuadas para plantear y culminar la coalición con Cs en el País Vasco. Y que se hubo de gestionar de manera más engrasada, o con más tiempo, las discrepancias con el proyecto de Alonso. Se hubo de intentar resolverlas antes. No pudo ser y este primer paso hacia la reconfiguración del centro-derecha se ha dado a trompicones. Pero se ha dado porque era necesario. En el País Vasco, el PP ha sido verdaderamente fuerte cuando representaba el proyecto nacional del partido. Cuando los dirigentes locales creen que su futuro depende en parte de desmarcarse de la dirección nacional, no sólo están aceptando la propaganda de sus adversarios, sino que inducen a confusión a su electorado. El votante necesita certidumbres. Ahora, Pablo Casado debe gestionar con más tacto y mejor táctica la rápida recomposición del PP vasco para las elecciones del mes de abril. Ha movido ficha con Iturgaiz, el Domingo de Ramos veremos cómo sale la apuesta.

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