Editorial ABC
Crédito y liquidez, indispensables
Sánchez debe saber que sus palabras y promesas ya no bastan, España está a la espera de que se empiece a materializar su plan de choque
El Gobierno volvió a comparecer ayer para tratar de mitigar la inmensa amenaza de crisis económica que se cierne sobre España, pero su esfuerzo fue inútil. La comparecencia de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, fue un cúmulo de generalidades y buenas intenciones faltas de concreción y de certeza en su eficacia. Miles de empresas en España empiezan a tramitar inevitables expedientes de regulación temporal de empleo que, de confirmarse la inminente recesión, podrían alcanzar dos millones de nuevos parados en breve. Pedro Sánchez debe saber que sus palabras y promesas ya no bastan, y que España está a la espera de que se empiecen a materializar medidas específicas y efectivas con los 200.000 millones de euros anunciados en su plan de choque. Calviño ha descartado por el momento paralizar toda la actividad económica en nuestro país, y parece una medida acertada porque sería impensable que España se fundiese a negro. Sin embargo, hace falta mucho más que comparecencias reiterativas para imprimir confianza, regar de liquidez nuestro sistema económico, y frustrar cualquier crisis de crédito que pueda surgir en las próximas semanas. La supervivencia financiera nos va en ello.
Es fundamental el aval del Estado para que las empresas, especialmente las estratégicas y las que configuran y financian servicios esenciales, puedan endeudarse sin paralizar su actividad. Lo mismo ocurre con cientos de miles de autónomos. En este sentido, sigue siendo acertada la exigencia de la patronal de los empresarios de que ese aval alcance el 80% para múltiples sectores, entre ellos el de la Prensa, convertida en un transmisor crucial de información relevante en esta dramática etapa de nuestra historia. Si Sánchez y Calviño se enredan en absurdas y extemporáneas pugnas ideológicas en el seno de su gabinete para congraciarse con el comunismo desfasado de Pablo Iglesias, todo lo que se haga -o deje de hacerse- podría convertir en irrecuperable nuestra actividad económica durante meses o años.
De momento, el plan de estímulos no ha surtido efectos. Ni siquiera la inyección de moral que supuso que la Reserva Federal norteamericana anunciase su disposición a financiar un endeudamiento ilimitado de activos para contrarrestar el efecto del coronavirus sirvió para que las Bolsas mundiales remontaran. Tampoco lo hizo la española. Ya apenas quedan analistas optimistas, y empieza a ser general la sospecha de que los bancos centrales comienzan a agotar sus recursos sin que haya señales sólidas de dar un giro radical a los mercados. La situación ya ni siquiera es peligrosa, ni el estancamiento una pésima solución. Por desgracia, el escenario económico, como el sanitario, es trágicamente alarmante y Sánchez no tiene derecho a derivar culpas ni a autoindultarse continuamente. España carece ya de mucho margen para salir a flote.