Editorial ABC
Casado, invitado e insultado
Tras los ataques de ayer de Pedro Sánchez a Pablo Casado, no es fácil entender para qué ha convocado al presidente del PP a La Moncloa
Parece mentira que Pedro Sánchez haya convocado a Pablo Casado mañana en La Moncloa después de la cadena de descalificaciones que dedicó al Partido Popular en la reunión de la Ejecutiva socialista, ayer en Ferraz. Sánchez culpó a los populares de una crispación «exagerada, sobreactuada y fuera de lugar» y tachó a este partido de mal perdedor. Por supuesto, no faltaron convocatorias a Casado para sumarse al diálogo en Cataluña y a la lealtad como oposición, invitaciones a callarse realmente, que es como el PSOE quiere a la oposición. En definitiva, Sánchez se exhibió en su mejor formulación como un político de doble lenguaje y doble moral, que ha consolidado la mentira como método de gobierno. Su discurso sobre la igualdad entre comunidades autónomas fue tan falso como efectivo en su función de placebo para un partido inerte que se da por satisfecho con cualquier cosa que diga su líder, incluso aunque sea la contraria de lo que dijo ayer o de la que dirá mañana. El PSOE es un partido dopado por la impostura constante de su líder, que ya no lidera un partido político digno de tal nombre, sino un movimiento personalista aglutinado únicamente por la obsesión de mantener el poder.
La pregunta que se impone tras los ataques de Sánchez a Casado, precedidos por la letanía de insultos habituales en boca de la vicepresidenta Calvo, es para qué ha convocado al presidente del PP a La Moncloa. Decir que se van a abordar asuntos de Estado es un guión inverosímil tratándose de Pedro Sánchez, porque no es posible para un presidente del Gobierno pensar en el bien del Estado si debe su investidura a comunistas, separatistas y proetarras. Si Patxi López preguntó a Sánchez si sabía lo que era una nación, también cabría preguntarle si sabe lo que es el Estado. La agenda del PSOE no puede ofrecer pactos de Estado al PP porque la política socialista está definida en los pactos escritos con ERC y, sobre todo, el PNV. Y en estos pactos no hay Estado ni Constitución que defender, sólo el aseguramiento del poder para Sánchez. Las peticiones del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, de un trato igualitario entre autonomías son la cuota simbólica, nada más, de un partido antaño nacional y hoy transformado en el aliado estratégico de los partidos separatistas más corrosivos para España y Europa.
La reunión de mañana no importa tanto por lo que Sánchez tenga que decir a Casado, sino por lo que Casado tenga que decir a Sánchez sobre el aumento del paro, la desaceleración económica, el estallido del campo, la necesidad de Presupuestos, la política fiscal, el rearme del separatismo, el compadreo con la dictadura chavista y la desaparición de España en el contexto europeo. Sí, claro que hay guión para la reunión en La Moncloa, pero no el de las falsedades de Sánchez, sino el de los problemas de España.