Editorial ABC
Aval a una regresión democrática
El cuarto periodo de alarma se antoja innecesario porque la excepcionalidad está siendo utilizada por la izquierda como herramienta para una regresión democrática
El presidente del Gobierno sacó adelante in extremis la votación de una nueva prórroga del estado de alarma gracias al apoyo de última hora del PNV y Ciudadanos. Por primera vez en este proceso crítico para España el PP se abstuvo, y ERC, socio natural de Pedro Sánchez, votó en contra como advertencia de que la legislatura peligra. En cualquier caso, Sánchez sobrevivió a un simulacro de moción de censura, pero lo hizo demostrando una enorme debilidad y abriendo dudas sobre la solidez de la legislatura. El cuarto periodo de alarma se antoja innecesario para España. Y no tanto porque desde una perspectiva sanitaria pueda ser relevante para un mejor control de la pandemia, sino porque la excepcionalidad está siendo utilizada por la izquierda como herramienta para una regresión democrática. España está en riesgo de una involución hacia un populismo nefasto con modos autoritarios y apariencia dictatorial. Sánchez no tiene patente de corso para imponer un adoctrinamiento masivo y una merma de libertades mientras mueren en España 26.000 personas. El plan de la izquierda es diáfano, y así lo denunció Casado. Por eso, el PP no debió abstenerse, sino rechazar esta trampa. Sánchez ningunea al Congreso, que es donde debió dirimirse, en un debate público, abierto y sometido a un escrutinio real, el plan de «desescalada» que imperativamente mantiene a los españoles rehenes de un confinamiento exasperante. En cambio, Sánchez lo aprobó a puerta cerrada en La Moncloa, sin consultarlo con las autonomías y presentándolo como un trágala inaceptable. El PP se abstuvo debiendo haber votado «no», pero ya es un camino sin retorno porque Casado queda obligado a oponerse en futuras votaciones.
Lo que no es diáfano es el giro de Ciudadanos, convertido en un sorprendente salvavidas para la coalición Sánchez-Iglesias y en cómplice tangencial del PNV. Inés Arrimadas interpreta que sostener al PSOE va a ser el pasaporte para la resurrección de su partido, pero su voto afirmativo fue el último volantazo de un partido en profunda crisis de identidad y unidad. Tanto, que ha empezado la fuga de dirigentes relevantes dolidos por su «traición». Es paradójico contemplar a un partido liberal apoyar la restricción de libertades, o a un partido constitucionalista ponerse al servicio de quienes desprecian la Constitución. Pero aún es más extraño que Cs dé soporte a un Ejecutivo con Podemos dentro. La fractura de la derecha es un mérito indudable de Sánchez: Vox vota en contra, el PP se abstiene, y Ciudadanos vota a favor. Necesite a Bildu, a ERC o al PNV, o necesite a Cs o a Coalición Canaria, Sánchez siempre gana, y el PP debe preguntarse por qué. Casado tendrá que tomar nota porque autonomías como Madrid, Andalucía o Castilla y León están en riesgo si el PSOE se las entrega a Cs. Debe ser el inicio de la nueva «normalidad».