Ábalos y el ministerio de la verdad

A través de su gabinete ministerial, el mismo equipo que según su propia versión, una de tantas, no sabía nada sobre su encuentro con la vicepresidenta del régimen chavista, José Luis Ábalos confirmó ayer que vio por segunda vez a Delcy Rodríguez, tras saludarla en el interior del avión en la madrugada del pasado 13 de enero, en la sala VIP de autoridades de la terminal 1 del aeropuerto de Barajas. Se trató de un «saludo forzado por las circunstancias», «dos besos y hasta luego», aclara el departamento que dirige Ábalos, que de nuevo corrige y amplía un relato que en las últimas dos semanas no ha dejado de acumular mentiras y contradicciones.

El extravagante «conflicto diplomático» que el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana trató de evitar con su visita al aeropuerto madrileño ha dado paso a una crisis de credibilidad y de genuina moral pública. No pueden caber más engaños en el relato de un miembro del Ejecutivo, abonado -empezando por quien lo preside, lector de una tesis doctoral que no escribió- a la mentira más burda y contumaz. La impunidad con que el Gobierno se mueve en el terreno del fraude le permite, con la complicidad y el silencio de los medios que lo acompañan en su huida hacia adelante, insistir en una perversión ética que deteriora la calidad democrática, enturbiada desde las mismas instituciones. Quienes vinieron a regenerar la vida pública se encargan ahora de mentir de forma reiterada a la sociedad y, a la vez, de proponer un organismo público que establezca -según anuncio el propio Pedro Sánchez- una verdad oficial. Hay que entender, así, que las sucesivas y ya incontables versiones ofrecidas por Ábalos y su equipo sobre la «crisis diplomática» de Barajas representan una guía para llegar a la verdad absoluta. De lejos, sin embargo, parece un saco de mentiras.