Abandonad toda esperanza, golpistas
La intervención decisiva del Rey cambió el curso de la historia cuando la balanza se inclinaba hacia Puigdemont
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Al fin van a perder el poder en Cataluña quienes llevan años utilizándolo para atentar contra el Estado democrático de Derecho. Al fin se anuncia la activación del artículo 155 de nuestra Constitución , previsto precisamente para salvaguardar sus garantías. ¡Ya era hora! El Gobierno ha tardado mucho más de lo necesario en tomar esta decisión inevitable, pero, una vez tomada, parece determinado a ponerla en práctica sin concesiones, con todo lo que significa. ¡A ver si es verdad!
Cuando la gran mayoría de los españoles celebra el anuncio de una serie de medidas destinadas a restablecer el orden constitucional y preservar, por tanto, la inquebrantable unidad de la nación española, es de justicia destacar el papel crucial desempeñado por el Rey en esta gravísima crisis. El enorme servicio que ha prestado a España. El pasado 3 de octubre, tras la celebración de ese referéndum ilegal que, a tenor de lo prometido desde La Moncloa, no iba a tener lugar, el marcador era favorable a los golpistas. La Policía y la Guardia Civil habían sido arrastradas a una trampa mortal por la traición de los Mozos de Escuadra y la información deficiente (o desoída) de los servicios de inteligencia. Los sediciosos se habían apuntado un tanto victimista muy valioso ante la prensa internacional, ganada de antemano para su causa gracias a una tenaz labor de propaganda nunca compensada por los llamados a difundir la voz de la legalidad. Las empresas estaban a la expectativa, pensando qué bando escoger ante la imposibilidad de saber cuál saldría victorioso. Y el PSOE anunciaba la reprobación de Soraya Sáenz de Santamaría por su responsabilidad en la presunta "brutalidad policial" denunciada desde la Generalitat en base a datos falsarios; o sea, estaba a un paso de alinearse con Podemos , PNV y Bildu junto a los rebeldes. Todo parecía favorecer a Puigdemont , mientras un Mariano Rajoy acorralado, indeciso y temeroso dudaba si cumplir o no con su penoso deber sin más apoyo que el de Albert Rivera . Entonces Felipe VI se asomó a nuestros hogares con un discurso inequívoco en defensa de la libertad, unidad y soberanía de los españoles. Seis minutos de firmeza y valentía que cambiaron el curso de la historia.
La intervención providencial del Rey inclinó la balanza socialista del lado de la Carta Magna y precipitó la fuga del dinero, decisiva para el fracaso de la asonada. Las palabras de Don Felipe fueron escuchadas también allende nuestras fronteras, donde algunos barajaban ya la idea de satisfacer los delirios de Romeva y reconocer la nueva república. Pero sobre todo esos seis minutos sin desperdicio animaron a la ciudadanía a defender abiertamente a su patria de quienes ansían romperla, olvidando viejos complejos. Hoy la partida está ganada y los golpistas saben que han de abandonar toda esperanza, por mucho que se lamenten o traten de tomar la calle. Han perdido.
Queda mucho por hacer, desde luego. Los tribunales deben actuar con rigor contra los autores materiales del golpe, sea por rebelión, sedición, malversación, prevaricación, o la suma de esos delitos. Es preciso asimismo desarticular minuciosamente la trama civil que lleva décadas alentando a la secesión a través de la televisión y radio públicas autonómicas, la Consejería de Educación y ciertas " asociaciones culturales " dedicadas al adoctrinamiento y la agitación. Hay que aprovechar esta ocasión para limpiar a fondo las estructuras levantadas por los separatistas en apoyo de su causa, y después ganarles en las urnas. Pero al menos ahora están desenmascarados. Todo el mundo sabe lo que son y cómo actúan.
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