Editorial ABC

12-O, compromiso con España

Hoy es oportuno insistir en que a España le falta un proyecto político integrador, digno de llamarse nacional, basado en la nación española como el sujeto soberano del destino del país

Desfile del 12 de Octubre | El desfile de las Fuerzas Armadas en el día de la Hispanidad en directo

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La situación política general en España vuelve a conceder a la Fiesta Nacional del 12 de octubre la oportunidad de constituirse en una conmemoración patriótica, en el mejor sentido del término, es decir, como la afirmación de los valores en los que se funda la patria española. Celebrar el día de hoy con esta perspectiva no es incurrir en patrioterismo alguno, ni imponer un modelo excluyente de españolidad, ni negar la diversidad propia de ciudadanos y territorios que conviven en España. Consiste en reconocer la existencia de una realidad histórica que es la fuente de legitimidad del orden constitucional de 1978, expresada en la soberanía del pueblo español, y que se funda en la unidad, la solidaridad, la igualdad y la libertad de los españoles. La síntesis de estos valores se retrata en la imagen de los poderes del Estado, con la Corona al frente, asistiendo al desfile de unas Fuerzas Armadas al servicio del poder civil y del orden constitucional, encarnado en la bandera nacional. En efecto, una nación se representa en sus símbolos, los cuales, lejos de ser meros recursos emocionales del pueblo, tienen un profundo significado político y cívico.

El pulso permanente de los separatistas en Cataluña no debería ser el único motivo para realzar la importancia de la Fiesta Nacional como un escenario de unidad y cohesión. Hoy es oportuno insistir en que a España le falta desde hace años un proyecto político integrador, digno de llamarse nacional, es decir, basado en y dirigido a la nación española como el sujeto soberano del destino del país. En su lugar, los españoles reciben políticas oportunistas, fragmentarias y condicionadas al visto bueno de formaciones nacionalistas y de extrema izquierda cuya apuesta es la derogación de todos los valores que hoy se conjugan en los actos del 12 de octubre. No sólo cuestionan la democracia constitucional de 1978, las bases del Estado de Derecho y la unidad del Estado, sino que también hurgan en las heridas del pasado para que vuelvan a sangrar, niegan la historia común de los españoles y exigen respeto a sus mentiras, mientras, ellos sí, se envuelven en banderas inefables y en cuentos medievales. No acuden a los actos oficiales de hoy porque no soportan la idea de que España se haya convertido en un país moderno, avanzado y democrático a pesar de sus resentimientos y ansias de revancha. Ningún partido que se reconozca como nacional debería legitimar a los adversarios de la democracia española.

Los lemas electorales del 10-N que invocan a España tendrían que ser compromisos irrenunciables para la próxima legislatura. El primero de ellos, no volver a condicionar el gobierno nacional al apoyo de separatistas, para que sus votos no sean moneda de chantaje. Muchas cambiarían de raíz si ese gran acuerdo por España fuera una realidad y no sólo un buen deseo.

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