SIN ACRITUD

¡A por ellos!

Hoy nos visita el Real Madrid y es buen momento para recordar de dónde venimos, pero sin victimismos y saliendo a ganar

Ignacio Moreno Bustamante

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Carlos Alonso Santillana nunca fue mi ídolo. Le admiraba, obvio. Mucho. Como toda España. No tanto por sus goles en el Real Madrid, que también, sino sobre todo por los que marcaba con la selección española. Aquellos remates de cabeza se ven muy poco ... en el fútbol actual, entre otras cosas porque pocos equipos tienen a extremos puros centradores como los de aquella época. Ahora se lleva más el juego por dentro, el bloque alto, el control del espacio y cosas así. Que no digo yo que no estén bien, ojo. Así ganamos dos Eurocopas y un Mundial y hemos disfrutado muchos partidos. Simplemente es distinto y rematadores puros como Santillana pues van quedando muy pocos. Nada más que por marcar los tres goles de la primera parte en aquel mítico España–Malta que nos permitieron irnos con una mínima esperanza al descanso, ya debemos estar todos agradecidos a aquel mítico delantero blanco. Por cierto, años después tuve oportunidad de entrevistarle, estando ya retirado, con motivo de un partido de Reyes Magos entre el Cádiz y el Madrid de veteranos. Un auténtico señor, a la altura de su leyenda. Sin embargo ya digo que Santillana no era el jugador al que más admiraba. Yo en aquella época era más de Ricardo Escobar, de Mané, de Dieguito, de Amarillo, de Bocoya, de Chano, de Hugo Vaca, de Dos Santos, de Chico 'Linares', de Vojinovic, de Mágico y por supuesto de los hermanos Mejías. Mi camiseta no era blanca con un nueve a la espalda, sino amarilla, de algodón, y con el 10 atrás. Jugar contra el Madrid era algo más o menos habitual. Subíamos a Primera, bajábamos a Segunda, nos manteníamos por los pelos... y así, año sí año no, hasta los siete seguidos en Primera. Ver por aquí a los Santillana, Juanito, Camacho, Del Bosque, Maceda, Gallego, el portero Miguel Ángel o el alemán Stielike era más o menos normal. Realmente no lo valorábamos mucho. Solíamos perder, claro, pero algún año hasta ganamos, como en la temporada 81-82, con aquel gol de Mané antes del descanso. De haber sabido lo que nos vendría después seguro que lo hubiésemos disfrutado muchísimo más, sobre todo los niños. Imagino que nuestros padres y abuelos, que sí sabían de dónde veníamos, lo apreciarían más que nosotros.

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