hoja roja

El cerco de Numancia

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No le descubro nada si le digo que no son los silogismos el fuerte de nuestra sociedad. Claro, porque el silogismo es un tipo de razonamiento lógico y de eso, de razonamiento y de lógica, andamos escasos, muy escasos. Luego pasa lo que pasa, que sale el presidente del Gobierno -ha leído bien, el presidente del Gobierno- y dice cosas como «un vaso es un vaso y un plato es un plato», deducción que no es nueva ni siquiera original, porque ya la había empleado Mari Carmen, la carpetovetónica mamá de Quien quiere casarse con mi hijo, cuando dijo que «una pera es una pera y un plátano es un plátano». Ni en Barrio Sésamo lo habrían explicado mejor. Didactismo puro y duro.

Como las fábulas de Samaniego que aprendimos a golpe de histórica memoria en las bancas del colegio. ¿Recuerda? La cigarra y la hormiga, La liebre y la tortuga, El camello y la pulga, La zorra y las uvas, La lechera o aquel Parto de los Montes que tanta similitud guarda con las ruedas de prensa de nuestro concejal Martínez de Pinillos, «pero suele a menudo ser el gran parto de su pensamiento, después de tanto ruido sólo viento», humo más bien, como el dios del carnaval, ¡qué pena!, ¡qué de tinta derramada en vano! Martínez de Pinillos lleva muchas papeletas para llevarse el premio de concejal del año, casi las mismas que Romaní, que también opta al galardón Mark Twain que dijo «es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda». En fin, podríamos entretenernos, y mucho, analizando las candidaturas de las nominaciones a la mayor pamplina escuchada en estos cien días, a la mayor patada al diccionario -los «infórmenes» del alcalde parten como favoritos absolutos, seguidos muy de cerca por el clamor/rumor-, al mayor desplante. pero no es mi intención convertirme, de momento, en el corredor del laberinto en el que se desarrolla la política actual.

De aquí a diciembre -todo parece indicar será la previa del gordo de Navidad- nos da tiempo de ponernos al día en fábulas, no se preocupe. En fábulas y en leyendas moralizantes, que también de esas sabíamos unas pocas. Por ejemplo Numancia, ¿se acuerda? Ese topicazo que lo mismo servía para la invasión francesa que para la intrahistoria del noventayocho, ese reducto ultramontano de bizarría hispánica que nos explicaban de chicos. No sé por qué se me vino a la memoria -la de diario, no la histórica- viendo la comparecencia del equipo de gobierno municipal al recibir la carta envenenada de Montoro. «Cádiz no cede a chantajes» dijo el alcalde como si fuese Viriato, mostrando la amenaza de intervención del Gobierno central y arropado por la resistencia numantina. «Cádiz no está sola» insistían. Como arenga no está mal, ni como interpretación dramática tampoco, sobre todo cuando proclamaba -declamaba casi- que «el PP está intentando tomar a los gaditanos como rehenes». Pero ya está. Teatro, puro teatro, que decía la canción.

Teatro y malas ideas por parte del gobierno central, puestos a hablar claro. Porque todos sabemos que la deuda contraída no corresponde exclusivamente a los cien días del ayuntamiento de Podemos, sino que forma parte de una «herencia». La misma herencia de la que tanto hablaba el Partido Popular cuando le convenía. ¡Ay! Qué cosas hay que oír. Sabíamos de sobra que por mucho que se endeudara nuestro ayuntamiento, el fuego amigo del gobierno central estaría ahí como una buena capa que todo lo tapa. Y sabíamos también que la venganza es un plato que se sirve frío. Por eso mismo, por una vez, sin que sirva de precedente, y sin reparar en las formas, me pongo de parte de nuestro ayuntamiento.

Eso sí, no dejaré de reconocer que lo están viviendo todo como una gran tragedia y que se presentan ante el público como auténticas damas de la interpretación. Todo parece medido y estudiado, ensayado; el voto sin voto -para dar un mitin a las vecinas y vecinos mejor hubiera sido no acudir a Santo Domingo-, el estudiado torpe aliño indumentario de politos de rayas, la preocupación porque no se estropease el espantoso busto de Mercedes Fórmica -podían seguir preocupándose y retirar algunos más, por feos- y la permanente sensación de que todo es fruto de la improvisación.

La gente empieza a perder la paciencia. La oposición empieza a perder las formas y el gobierno central empieza una campaña electoral que parece el cerco de Numancia. Las ranas, acuérdese de Samaniego, rogaron a Zeus que les enviara un rey, y el dios les envió un palo. Cada rana hacía su protesta, que si zoquete, que si mamarracho, que si inútil. tanto protestaron que el monarca les cambió el palo por una serpiente que de inmediato acabó con todo lo que se movía en la charca, mientras se oía una voz desde el Olimpo «así castigo a aquel que no examina si su solicitud será su ruina». El que tenga entendimiento, que entienda.

Y por cierto, si usted lo entiende, a ver si me explica lo de la exposición de banderas iberoamericanas confeccionadas en punto por el grupo Urban Knitting Cádiz que se inaugura el martes en la Casa de Iberoamérica. Eso sí que es una herencia.

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