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Rumore, rumore

| yolanda vallejo
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Ganaríamos mucho si los planes de estudio incluyeran una asignatura que se llamara algo así como Observatorio del Medio -no confundir con la extinta Conocimiento del Medio, cuyos nocivos efectos han marcado para siempre a una generación completa-. Estaría bien empezar haciendo que todo alumno o alumna -corrección, ya sabe- dedicara unas horas al día simplemente a observar su entorno utilizando un método científico si fuese necesario, pero sobre todo utilizando todos y cada uno de los sentidos, ver, oír, tocar, probar, sentir... Nos vendría muy bien. Vendría bien para la memoria, para la histórica y para la de diario; vendría bien para crear un espíritu crítico, vendría bien para aprender destrezas en argumentación y vendría, sobre todo, bien para empezar a utilizar el sentido común que es lo que nos falta a la mayoría de los mortales.

Observatorios ya hay mucho, dirá usted. Tiene razón. Observatorios de género, de número, de igualdad, de contratación pública, de responsabilidad social. de lo que quiera. Ninguno, sin embargo, que se dedique a observar de manera rigurosa el entorno que nos rodea. Si no, no hay manera de explicar la sinrazón en la que nos movemos. Y no. No crea que me estoy refiriendo exclusivamente a la política municipal actual. El anterior equipo de gobierno local hizo cosas, muchas y durante mucho tiempo -veinte años, pese al tango, son muchos años-, de auténtica vergüenza ajena. Meriendas con la tercera edad, ninfas infantiles, instrumentalización del Corpus, galas de la ilusión o como se llamaran, barbacoas salvajes. siga, siga usted que seguro que tiene más memoria que yo. El grupo de palmeros que acompañaba con sus redobles todas las apariciones de Teófila Martínez -que también eran muchas- dio momentos de gloria a la política municipal. Cada inauguración, cada conferencia, cada tapetito de colores, cada columpio de cada parque, cada mampara, cada parada de autobús, quedaba inmortalizada para los anales de la historia local. Propaganda y autocomplacencia lo llamábamos. Hasta que nos acostumbramos y empezó a parecernos de lo más normal que el canal de televisión municipal guardara un parecido tan razonable con el NODO. En fin. Si hubiésemos observado más el entorno, si aquellos políticos que nos gobernaban hubiesen observado más el entorno -y hubiesen dejado tranquilos a sus ombligos- nos habríamos percatado de lo que se nos venía encima. Porque no había más que observar el método heurístico de prueba y error para vaticinar los cuatro años de gobierno municipal que nos sobrevenían. Si es con barba San Antón y si no la Purísima Concepción -refrán antiquísimo que viene como anillo al dedo- es el título preliminar de la nueva ley municipal. Se prueba esto, y si no resulta, se prueba otra cosa y en paz. Así nos va.

A mí esta semana me habría gustado hablar, como cada año, del Salón Manga que me parece una de las cosas más absurdas que nos proporcionó el gobierno municipal del Partido Popular. Y contarle, como cada año, lo de los otakus y el origami. Mucho más cuando esta edición tiene el atractivo del Castillo de San Sebastián y el trenecito, además de algunos talleres de antología, como el taller de katana o el torneo de tiro con arco, cosas que parecen de ficción. Pero como la realidad se impone a la ficción, no me queda otra que hablar de los rumores. Usted lo sabe.

Esta semana, el concejal de Fiestas -¿se llama concejal de Fiestas?- confesó públicamente que, además de a sus círculos, a sus asesores y a sus bases, escucha atentamente los rumores de la calle. Rumores intensos que en la ciudad de la emergencia social pedían a voces la inoculación -inocular fue el verbo empleado por el alcalde- de una perspectiva de género mediante la creación de la figura del Dios del Carnaval. De toda la vida ha sido una demanda ciudadana ¿a que sí? Y además, algo contrastado por el concejal que había hablado con «todo quisqui». Todo quisqui que, de manera inmediata a sus declaraciones, le saltó a la yugular por decir tonterías. Porque a estas alturas y con el trabajo que tienen, lanzar ese tipo de provocaciones es lo mismo que hacerse una foto con un casco en cada socavón de Cádiz. Lo mismo.

Lo peor, como siempre, es que el enemigo lo tienen en casa. Lo tuvieron con lo de las cofradías -pa ná-, lo tuvieron con lo de las barbacoas -pa ná- y ahora lo tienen con lo del Dios del Carnaval. Por eso mismo, después de encender la mecha, la intentaron apagar a pisotones y ante el tirón de oreja de sus socios de gobierno, decidieron aprisa y corriendo eliminar a las ninfas - habrá que ir pensando en disolver la Asociación de Ninfas que tan beligerante estaba- para el próximo carnaval. A las ninfas adultas y a su correlato infantil -ya era hora-. Dejarán, eso sí, a la diosa y al dios elegidos entre aquellos que representen valores como «el ingenio, la cultura y la implicación en la fiesta» destacando que se tendrá en cuenta el «conocimiento de otros idiomas». Estupendo.

Esto se pone cada vez más interesante. Si tuviésemos un Observatorio del Medio podríamos anticipar la próxima -tal vez la de los Reyes Magos-, pero como no lo tenemos, tendremos que conformarnos con los rumores.