hoja roja

El puente de los lamentos

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ha estado entretenida la semana, no me lo negará. Ha sido como una especie de 'Bienvenido Mr. Marshall' a la gaditana donde no han faltado ni el discurso tembloroso del alcalde, ni la folclórica de turno -el «ya me puedo morir tranquila», impagable- ni siquiera la comitiva de autoridades dejando al soberano pueblo con dos palmos de narices. ¡Ay, Berlanga!, cuánta falta nos sigues haciendo. Lo que ocurre es que el guión del puente -se llame como se llame el puente- parece escrito por Pollyanna, ¿la recuerda? aquella niña absurda a la que todo le salía mal y a la que todo le parecía bien, hasta la peor bofetada que le dieran. Porque un poco de bofetada sí que ha sido la inauguración del puente, confíeselo.

Demasiados años esperando para esto. Demasiado dinero, demasiados obstáculos, demasiados enfrentamientos, demasiados desplantes. para que al final, en mitad de la nada, se haya inaugurado de esta manera. Una bofetada que los gaditanos hemos querido minimizar encontrándole el lado bueno a esta moneda de cambio en la que hemos convertido nuestro futuro. «Se tardan nueve minutos menos» dicen los hombres de buena voluntad, «se ha descongestionado el tráfico del Carranza», «verdaderamente nos hacía falta», «mejor se ve el puente en coche que andando», y cosas por el estilo con las que, a modo de mantra, intentamos consolarnos.

En fin. Dicen que el que no se consuela es porque no quiere. Y querer, queremos, pero no podemos. No era esta la inauguración que esperábamos, ni la que nos habían prometido. Porque el discurso que el presidente del Gobierno le dio a los que estaban allí, en mitad del puente, fue un discurso amañado que nada tenía que ver con la bahía ni con el esfuerzo que todos -empezando por el anterior ayuntamiento y terminando por los vecinos que aún esperan la insonorización que les vendieron- hemos hecho. Decir que «las grandes obras necesitan siempre de espíritu de colaboración, unidad y lealtad» lo podría haber dicho aquí o en cualquier otra parte del país, porque lo que tenía en mente eran las elecciones en Cataluña y no una obra faraónica en la ciudad con más parados de España. Qué le vamos a hacer, el olor a alquitrán y los operarios limpiando parterres a contrarreloj se parecían mucho a aquellos naipes de 'Alicia en el País de las Maravillas' que pintaban y repintaban las rosas para que la reina de corazones no les cortara la cabeza.

Estamos demasiado acostumbrados a los bofetones, me temo. Demasiado hechos al lamento. Demasiado habituados a vivir de las migajas. Después de la pantomima del mediodía y del desplante de las autoridades que no cruzaron el puente ni siquiera de manera simbólica, nadie sabía a qué hora se abriría el paso a los vehículos, ni si se abriría, ni cómo se abriría. ¡Ea!, ahí os quedáis, -parecía que nos habían dicho- ahí tenéis el puente. Y si en algo debo darle la razón a nuestro alcalde es en que «las cosas se inauguran cuando se terminan, no a medio hacer», y lamentablemente, la ciudad no está preparada ni lógica ni psicológicamente para «el puente más grande de España».

González acudió al acto -cosa que no hizo el alcalde de Puerto Real que prefirió hacer de figurante de Villar del Río y conformarse con ver el humo de la comitiva- y dijo que lo hacía en representación «de todos los gaditanos, incluso de aquellos que votaron al PP en las pasadas elecciones». Perogrulladas aparte, parece que a los votantes del PP en las pasadas elecciones no les hizo falta, porque se representaron solos. Camisetas de 'Teófila tu puente', selfies con los concejales que ya no lo son y grandes dosis de peloteo fueron las consignas de los groupies sentimentales que jalearon a Teófila Martínez como si ella hubiera hecho el puente con sus propias manos. Un mamarracho, por cierto.

Porque no hay que faltar a la verdad y hay que reconocer el empeño de la anterior alcaldesa -el capricho, podríamos decir- por conseguir el nuevo puente para la ciudad. Por eso mismo sobraban todas aquellas consignas de José María González de «no tendré problema en invitar a Teófila a la inauguración». Pero tampoco hay que hacer aspavientos como los del pasado jueves ni ningunear a los que son nuestros representantes públicos. Reconózcalo. Nos ha sabido a poco, a muy poco la apertura del puente. Ha sido como un suspiro, un visto y no visto que nos ha obligado a todos a cruzarlo para convencernos de que estaba abierto, de que existe.

Ha sido una semana entretenida, no me lo negará. Comenzamos el lunes con la duda existencial de si la ciudad habría sido invitada o no a la gran inauguración, seguimos con la intacta aportación económica del Ayuntamiento al Consejo de Hermandades -después de haber gastado tanta pólvora-, y terminamos el viernes en el Pleno peleándonos por los circos de pulgas amaestradas - «Cádiz, ciudad amiga de los animales», otra urgencia- y poniendo de manifiesto que cuando queremos tenemos más de bestias que de animales.

Menos mal que en medio de este puente, se estrenó -a la tercera, que es la vencida- por fin 'The Beautiful Cadiz'. Un oasis en mitad de tanto lamento.

Ver los comentarios