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el apunte

La importancia de los símbolos

La imagen del segundo puente puede convertirse en una representación inconfundible de Cádiz si los vecinos deciden tomarla como propia

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Es una imagen, un símbolo. Nada más y nada menos. Cada ciudad, cada territorio tiene los suyos. Suelen estar formados por construcciones de carácter histórico, peculiaridades geográficas, condiciones climáticas particulares e inconfundibles. En cada parte del mundo, los vecinos tienden a exportar la cara de su tierra con algún icono que la haga reconocible, que permita a los que la visitan y la habitan reconocerla con un solo vistazo.

Cádiz, por su riqueza patrimonial y legendaria, tiene muchas estampas que asociar inmediamente a su recuerdo. Sin embargo, de forma extraordinaria, está en disposición de añadir una nueva. Eso no le ocurre a muchas ciudades más que cuando acogen un evento internacional de renombre o cuando se contruye algún equipamiento de proporciones asombrosas, infrecuentes.

La ciudad de Cádiz está en este segundo supuesto. El segundo puente, tras ocho años de obras y con 511 millones de euros de coste, será una realidad cotidiana y utilizable en apenas seis semanas. El hecho de que sirva para los desplazamientos rutinarios es compatible con su carácter excepcional. Los ciudadanos lo perciben y ya han convertido su perfil (esa doble torre conectada con nervios metálicos) en un icono de la ciudad. Varios bares de extramuros lo lucen en su fachada o en camisetas conmemorativas. El último cartel anunciador del Trofeo Carranza lo reflejaba y los profesionales del merchandising o los recuerdos turísticos admiten que puede convertirse en una imagen identificativa de la ciudad. Para que eso suceda, advierten, debe producirse una circunstancia: que los vecinos decidan tomar esa imagen como propia. Que unos y otros decidan que les representa, que no admite confusión ni está ligada a un recuerdo negativo. Por ahora, parece que así será.