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El nuevo ayuntamiento, enfrentado al turismo

La renuncia al hotel en el Campo de las Balas supone entregar la última bandera para tener nuevos alojamientos grandes en la capital gaditana

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Puede que diste de ser un ideal pero es bastante real. El sector servicios, el turismo y la hostelería forman el único bloque con cierta estabilidad económica en la sociedad gaditana. Con la industria en retirada, sin los empleos permanentes y bien remunerados que propiciaba, queda la atención al visitante que resulta una dedicación tan noble como cualquiera por más que sometida a los vaivenes estacionales o a los cambiantes criterios del consumidor.

Con todo lo bueno y lo malo, con lo que nos gustaría y lo que es, pocos pilares más firmes que el turismo le quedan al mercado laboral en Cádiz. Es evidente y resulta bastante necio negarlo, combatirlo. Por eso resulta inexplicable que el nuevo gobierno municipal se empeñe en poner zancadillas al turismo. Ha heredado el fracasado proyecto de Valcárcel pero lejos de tratar de reconducirlo ha descartado el hotel de lujo para tratar de impulsar su reutilización como nueva facultad de Educación, dentro de la estructura dispersa de la Universidad de Cádiz. Como añadido, ayer dejó claro que no quiere otro hotel en el Campo de las Balas (a 300 metros de Valcárcel, al otro lado de La Caleta) con lo que los proyectos turísticos en la ciudad quedan reducidos a la nada. Con la Casa del Almirante durmiendo el sueño de los justos y el viejo Hospicio tan abandonado en la práctica como protegido por ley, la renuncia al Campo de las Balas es la última bandera. La ciudad renuncia a tener grandes alojamientos, al menos grandes y de nivel medio-alto. Se consagra a la utopía de los hostales, de los pequeños alojamientos «con encanto». Nadie sabe bien qué es el «encanto». Las mejores zonas, los mejores edificios y paisajes, sin embargo, se quedan sin habitaciones. Esa es la realidad.