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Gaseosa gaditana

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Muera la ideología. Cuando el pensamiento denigra al ser, cuando es más importante blandir argumentos que salvar personas, la ideología debe morir, aunque sea por el más cruel de los olvidos. Lo digo por esta tercera vía que tanta ilusión y esperanza ha generado en unos, al tiempo que miedo franco en otros. Me encanta la expresión 'tercera vía' porque muestra la existencia del odioso bipartidismo y no se vincula a un sólo programa sino que apunta desde distintas visiones la culpabilidad de los manejadores del sistema. ¿Cómo hubiera causado simpatía Sánchez Gordillo sin el escándalo socialista de los ERE? ¿Quién hubiera dado crédito a Albert Rivera sin un Pujol, custodio de maletines? ¿No tienen nada que ver los mensajitos de Rajoy a Bárcenas y la subida fiscal al contribuyente con la aparición de nichos de protesta surgidos de una IU caída en desgracia entre sindicatos y mariscadas? Somos la consecuencia de nuestros actos y nuestras omisiones y por eso debemos actuar ahora y exigir la limitación de la ideología.

Los nuevos alcaldes de Podemos, en vez de encauzar sus esfuerzos en los mecanismos de gestión de sus ayuntamientos, han comenzado su proceso de conversión en casta bajo el escudo de la ideología. ¿Cuál es el método? La confusión. Si he de nombrar asesor a un familiar, retiro un busto del Rey y lo publicito para que el tonto -nosotros- mire el dedo que apunta la urna. Cambio el nombre de pabellones y callejeros para ponerme un sueldazo, paro desahucios enfrentándome a la ley para que quede claro que sigo siendo el mismo de la manifa, postergo cuadros de reyes no guillotinados y toco la flauta a mi chucho sentado en las escaleras del ayuntamiento que en realidad quisiera ver arder.

Ahora que vamos saliendo del votante de carné en boca vamos a sufrir gobiernos que comen ideología y cagan ciudadanos: a chapuceros profesionales que piensan que parchear es cumplir, a guerracivilistas, independentistas, anarquistas y chekistas. Luego tenemos inocentes que consideran que un gesto -una medalla de lata, un traje de Camps- hace olvidar el deber fundamental del líder: buscar el bienestar de su pueblo por encima de la ideología. Dejémoslos trabajar, sí. Pero los experimentos con gaseosa, y que no sea gaditana.

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