Una fiesta con ventajas y quejas

La celebración durante tres días del festival Alrumbo en Chipiona, en la playa de las Tres Piedras de la urbanización de Costa Ballena, ha sido todo un éxito de público y de beneficios económicos para la provincia. Unas 150.000 personas se han dejado en cuatro días más de 10 millones de euros en la zona. El resultado es positivo, sin embargo, el desgaste para los vecinos ha sido muy alto. Afortunadamente no se han lamentado incidentes de gravedad y la seguridad ha funcionado, pero se ha demostrado que la asistencia de público ha desbordado todas las expectativas. Se ha podido comprobar también que la infraestructura, pese a todo, tenía grandes lagunas. La organización, por ejemplo, no había previsto áreas de aseo para recibir al público y el consistorio tampoco había contado con el agua necesaria para abastecer a los miles de jóvenes que llenaron durante cuatro días la playa y sus alrededores.

Esta situación degeneró el viernes en un grave problema de suministro que obligó a tomar medidas sobre la marcha y recortar el abastecimiento en la urbanización para derivar el agua a las instalaciones del festival. Aún así, la situación fue un desastre. Igualmente, las autoridades locales tampoco han extremado la vigilancia en relación a la venta ambulante ilegal. Una de las quejas más sonadas que se ha detectado en las redes sociales fue la cantidad de vendedores ilegales que hicieron el agosto con la venta de agua, hielo y bocadillos sin pasar los más mínimos controles sanitarios. Todos estos errores nos llevan a una conclusión de la que debe tomar nota el Ayuntamiento de Chipiona para otras ediciones. Está claro que este tipo de eventos son un balón de oxígeno para la economía provincial, pero son las administraciones las que deben buscar el equilibrio entre el descanso, la diversión y la limpieza. La playa fue arrasada y e ha tardado en limpiar.