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Afuera matan

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@montieldearnaiz

Mientras nos preocupamos por banderas de dos colores y desahucios de dos versiones, por presidentes imputados y presidentas silenciosas; ahora que empezamos a cogerle el pulso a los pactos que fructifican alcaldes, concejales y diputados provinciales, a la vez, allá afuera matan gente. Afuera será adverbio o interjección pero siempre un concepto dinámico y fluctuante; la suma de sensaciones y conocimientos, de manuales subrayados y de perversiones de diario web. Afuera es Túnez, igual que es Lyon, Kuwait o Madrid. Afuera es el hombre que yace desangrado en la puerta de un museo de Egipto o la joven ceutí que se alista de puta -¿hurí?- en el ejército del Estado Islámico.

Tan ensimismados estamos, centrados en nuestras propias nimiedades umbilicales, que pareciera que no percibimos que los matones nos lanzan chinitas a la nuca cada vez con más fuerza, con más frecuencia, con más puntería.

Es lógico, adentro estamos preocupados por el desempleo eterno disfrutado los últimos 30 años, por la corrupción apenas desenmascarada que nos tiene indignados (a casi todos); pero aun así debiéramos fijarnos en los detalles y pistas que van solapándose a nuestro paso como si la vida, ese transcurso simultáneo de tiempo individual y colectivo, fuera un CSI España.

Pronto los tendremos aquí otra vez, a yihadistas y talibanes. En algún momento degollarán al belga de 'Casados a primera vista' o dispararán en su bello rostro al hijo de Ortega Cano y ya no serán Fransuá o Shakiro las lejanas víctimas sino Pepe el vecino halitósico, el primo friki de Vigo o nuestro propio hijo poligonero. Con unos políticos tan preocupados por su propia supervivencia que apenas tienen tiempo para hacer su trabajo los españoles de ambos hemisferios no nos damos cuenta de que fuimos y somos Al-Andalus y de que hay gente que intrínsecamente no es buena: seres inhumanos de naturaleza retorcida y escrúpulos vacuos para los que sólo somos medios en su búsqueda teológica de Alá.

Algún día tendremos que despertar de nuestro sueño cuasi-democrático y empezar a darnos cuenta de que mientras las hormiguillas peleamos por las migajas caídas en el gramón, afuera campa el asesino que reclama la barra de pan entera.

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