Señor alcalde
Actualizado:Señor alcalde, que no va a salir usted al balcón de San Juan de Dios como Pepe Isbert acompañado de Manolo Morán, porque como alcalde nuestro que ya es no nos debe una explicación, sino un mañana. Y porque ya no están bien vistos los baños de multitudes, ni siquiera cuando se dan en la procesión del Corpus entre sonrisas, lágrimas y clubes de rendidas admiradoras sacadas del álbum de fotos del pasado. Los nuevos tiempos esos, de los que tanto se habló en la campaña electoral, parece que ya han llegado, y aunque suenen un tanto apocalípticos -ya sabe usted, lo del tiempo nuevo y la tierra nueva y esas cosas- huelen a limpio y eso siempre es de agradecer.
No va a ser fácil, señor alcalde, gobernar esta ciudad, sobre todo ahora que le saldrán amigos, amiguetes y pelotas por todas partes. No va a ser fácil, no. No lo será para usted, y tendrá que acostumbrarse a muchas cosas -no sólo a que le llamen de otra manera- ; no lo será para nosotros, y tendremos que acostumbrarnos a muchas cosas -no sólo a llamarlo a usted de otra manera-. Dice el bolero que veinte años no es nada, pero usted y yo sabemos que sí lo son; que han sido muchos años, demasiados años, para esta ciudad.
Recibe usted una manzana envenenada, no sé si ya se lo han dicho. Una ciudad vieja, avejentada más por los achaques que por la edad, harta ya de cuidados paliativos que solo han servido para enmascarar los síntomas de la enfermedad que padece, el paro, la pobreza, la incultura, la indignidad. usted lo sabe. Y sabe que le será muy difícil lidiar este toro sin que uno de los dos salga maltrecho.
Son muchos los peligros que le acechan, dentro y fuera de ese salón de plenos donde tendrá que debatir con nuevos modos -espero-, con nuevas fórmulas de consenso y con mañas de equilibrista sin red, al borde mismo del abismo siempre. Haga lo que haga será cuestionado, y eso es bueno, muy bueno, sobre todo para no perder el norte. Porque ni la infalibilidad ni la indefectibilidad son buenas compañeras de viaje. Por eso no debe usted comportarse como un Blacamán ni como un charlatán de feria, no prometa más que aquello que pueda cumplir, aunque sea poco y no se deje llevar por las tentaciones que serán tantas.
Acuérdese de aquello del pez y la caña que tanto nos decían cuando pequeños, ¿le suena, a que sí? Y piense que si hay un tejido que necesita urgentemente regeneración en esta ciudad es el tejido humano, tan acomodado al subsidio y la ayuda social, y a los comedores y a la caridad mal interpretada; y a mendigar. Acuérdese de aquel «déjenme tener dignidad» que hizo tambalearse por primera vez el sillón de San Juan de Dios y póngalo en práctica. Deje que los ciudadanos recuperen su dignidad y no juegue con la varita mágica haciendo encantamientos de luz y agua que lo único que consiguen es alargar la agonía.
Nadie dijo que esto fuera fácil, pero habrá que aprender a hacer las cosas de nuevo. No estamos acostumbrados a un gobierno de diálogo, ni estamos acostumbrados a consultar las cosas antes de hacerlas, ni estamos acostumbrados a pedir permiso, ni a dar las gracias. Ahí es donde más se deben notar los nuevos vientos, los nuevos tiempos. Y todos tendremos que aprender a remar en el mismo sentido, a favor de esos nuevos vientos, sí, pero en el mismo sentido, si queremos hacer de esta ciudad un lugar habitable. Un lugar digno con gente digna dispuesta a trabajar cada mañana, aunque no vaya sonriendo. Un lugar de verdad y no de pantallas virtuales.
La responsabilidad es más grande que el cargo que ostenta, y usted lo sabe. La responsabilidad de no fallar ni a sus votantes ni a los que no le han confiado su voto, porque usted es el Alcalde de todos los gaditanos, de todos sin excepciones. De los que no llegan a fin de mes, de los que pagan religiosamente sus impuestos, de los que llevan años en las listas del paro, de los que se levantan cada mañana para ir a trabajar, de los que no pueden pagar la luz y el agua y de los que viven de manera desahogada. Alcalde de todos, nunca lo olvide.
A partir de hoy va a escuchar usted a mucha gente en muchos sitios que le va a pedir muchas cosas, pero yo sólo quiero pedirle una. Mi hijo mayor tiene dieciséis años. Ha nacido y ha crecido en una ciudad gobernada por Teófila Martínez, no ha conocido otra cosa. Ni siquiera había pronunciado nunca la palabra «Alcalde». A su edad, todavía tiene esperanzas en cambiar el mundo y esas cosas que se piensan cuando uno está aún virgen y la vida no le ha dado ningún golpe. No es más que un chaval de dieciséis años, como tantos chavales de dieciséis años de Cádiz. Dentro de cuatro años podrá votar en las elecciones municipales y espero que ejerza su derecho de la forma más consciente posible. No me lo defraude. Usted, como Alcalde y yo, como madre, estamos obligados a dejarle un futuro mejor.