El futuro de los astillleros

Los astilleros públicos empiezan a emerger después de varios años hundidos. El acuerdo que ha sellado Navantia con el armador Ondimar Transportes Marítimos, sociedad del grupo vasco Ibaizabal, sirve para alimentar las expectativas de futuro de la maltrecha industria naval y, sobre todo, para avivar las esperanzas en favor del desarrollo de la Bahía de Cádiz. El documento recoge las condiciones generales que regularán la construcción de cuatro petroleros de la serie Suezmax. El encargo se lo repartirán las factorías de Puerto Real y Ferrol, aunque el peso de la producción recaerá sobre la planta gaditana. Sin embargo, este acuerdo va más allá de lo puramente técnico y se debe analizar desde varios frentes. Por un lado, Navantia recupera un tipo de negocio que abandonó hace veinte años para dedicarse en cuerpo y alma a la construcción militar.

Los astilleros españoles, entonces Bazán e Izar, fueron punteros en esta tecnología que, pese al éxito, se abandonó para asumir otras tareas más rentables en momentos muy puntuales. Navantia sacrificó su experiencia y frenó sus conocimientos en materia de petroleros y gaseros para construir barcos de guerra. Esa decisión sirvió para que los astilleros asiáticos tomaran el relevo y, al mismo tiempo, la delantera tecnológica. Veinte años después, los astilleros asiáticos son los líderes del mercado. Ahora Navantia pelea por volver a entrar. El contrato con Ondimar abre la puerta, pero tienen que pasar todavía algunos años para que Navantia vuelva a ser un referente en este tipo de construcciones navales. De momento, la única forma de acceder a este tipo de contratos es a través de alianzas estratégicas. Precisamente esta es la segunda parte del análisis. Navantia se ha aliado con el astillero coreano Daewoo para sacar adelante la obra. Los coreanos tienen la patente de los petroleros que demanda Ondimar y serán ellos quienes aporten diseño, material y bienes de equipo, mientras que Navantia suscribirá la mano de obra.