Ferias
Actualizado: GuardarEstamos en plena época de ferias. La temporada la inauguró, el pasado mes de abril, uno de los pueblos más bonitos de España, Vejer de la Frontera, y tras las respectivas de Castellar y Rota, con el mes de mayo han llegado las de la Primavera y el Vino Fino de El Puerto, que se ha convertido en un magnífico reclamo para visitantes de todas las latitudes, y la Feria del Caballo de Jerez de la que ya podemos disfrutar esta misma semana, ocasión que no hay que dejar pasar para admirar, con el buen tiempo que está haciendo, el bellísimo paseo de jinetes y carruajes en el incomparable marco ferial del parque González Hontoria. Les seguirán las de los Barrios, Sanlúcar, Medina.
y así hasta la de Arcos que cerrará la temporada allá a finales del mes septiembre. Han cambiado mucho las ferias desde sus primitivos orígenes como ferias de ganado. De algunas de ellas disponemos de datos bastante fidedignos de esos orígenes medievales cuando los ganaderos se reunían en determinadas épocas del año para cerrar sus tratos. Es el caso, por ejemplo, de la de Sevilla cuando en el siglo XIII el Rey Sabio otorgó el permiso para la celebración de dos ferias anuales, una en abril y otra por San Miguel. O la de Jerez, de la que se dispone de documentos del siglo XV que ya especifican incluso su ubicación.
En la mayoría de las ferias actuales se ha perdido ese origen de transacción comercial para convertirse, en unos casos por el transcurrir de los siglos y, en otros, por la recuperación de la antigua tradición desaparecida de los encuentros, en los espacios lúdicos que conocemos hoy día. Pero la primavera nos trae también otra Feria, de antecedentes más cercanos en el tiempo, pero que esperemos no pierda nunca su carácter genuino. Me refiero a la del Libro. Aunque con anterioridad ya se celebraba en Barcelona el día de Libro, la feria más antigua de España es la de Madrid, que ya ha cumplido 82 años, mientras que la nuestra, la de Cádiz, que podemos visitar hasta el próximo domingo 17 en el Baluarte de la Candelaria, celebra este año su trigésimo cumpleaños.
Cuentan las crónicas que desde sus primeras ediciones los recintos se llenaban de curiosos, de ávidos lectores y de potenciales aficionados a devorar la letra impresa, viandantes que se paraban ante las casetas para hojear y pasar las páginas de los textos con sus propias manos, un gran público al que resultaba difícil dar el paso de entrar a esos lugares casi mágicos, las librerías, que solo visitaban los intelectuales. Cuentan también las noticias de la época que ya desde sus inicios los escritores firmaban sus obras al lector que acababa de adquirirlas, o que la exposición y la venta de los libros se acompañaban también de la celebración de conferencias, mesas redondas y otras actividades de carácter cultural.
Sin duda, la elección de la primavera para la celebración de la Feria invitaba a dar vueltas en torno a las casetas, a pararse ante ellas y a descubrir las aventuras, las reflexiones, las historias; en fin, las mil maravillas que se ocultan tras unas tapas de cartón. Esas maravillas que están esperando que nos acerquemos a descubrirlas en el Baluarte de la Candelaria. Aunque, para ello, tengamos que renunciar a pasar una tarde en las otras ferias.