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¿Cuál es tu papel?

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Sin lugar a dudas una de la obsesiones del ser humano es comparar. Encontrar diferencias y similitudes se convierte en la razón principal a la hora de la toma de decisiones. Y para comparar hay que medir. Para ello es fundamental tener un instrumento fiable y una unidad de medida reconocida y reproducible que nos sirva como patrón estándar. Inalterable, repetible, independiente de las condiciones y las circunstancias en las que se utilice y sobre todo no manipulable por el ojo del observador. Longitudes y superficies, capacidades y volúmenes, pesos y masas, velocidades y aceleraciones, energías y potencias, todo, absolutamente todo tiene una unidad que permite compara sin apenas margen de error. Todo lo que nos rodea es susceptible de ser medido, y por ende comparado.

Cuando no se dispone de un instrumento de medida fiable aparecen los indicadores. Éstos son variables que intentan medir u objetivar de manera cualitativa o cuantitativa determinados sucesos colectivos, especialmente relacionados con fenómenos biosociodemográficos, para así poder respaldar acciones determinadas, evaluar objetivos o hacer proyecciones a medio o largo plazo sobre fenómenos sociales. La Organización Mundial de la Salud los definió como «variables que sirven para medir cambios».

Existen indicadores de salud, de educación, demográficos, sociales, y económicos. La crisis ha conseguido trasladar al acervo del lenguaje cotidiano algunos de estos indicadores hasta ahora desconocidos. El PIB, el IBEX, la Renta Per Capita, la Balanza Exterior, el Índice de Crecimiento, el Déficit Público, la Prima de Riesgo, todos ellos pertenecen al terreno de la macroeconomía. Los de la microeconomía, o sea la domestica, son más concretos, la Tasa de desempleo, IPC, la renta disponible, el endeudamiento familiar, el porcentaje de familias con todos sus miembros en paro, la cobertura de prestaciones sociales, la tasa de pobreza, el número de desahucio que se realizan. Existen cientos de indicadores, algunos incluso algo escatológicos. Según expertos, el consumo de papel higiénico, sus cantidades y sus calidades, es un indicador infalible de los hábitos económicos y de la sensibilización medio ambiental de un país. Se confirma la austeridad alemana al ser el país europeo que más opta por comprar el papel higiénico más económico y reciclado. En España más del 60% de la población opta por comprar papel higiénico estándar, siendo el uso del papel reciclado inferior al 5%. Francia e Italia son los países donde se consume mayor porcentaje de papel higiénico de lujo. Los cambios en las costumbres, en los aspectos relacionados con nuestra higiene más íntima, están trayendo problemas medio ambientales en relación con la gestión de residuos. De ser de un uso casi exclusivo de las partes mas delicadas de los bebes, las toallitas impregnadas de productos cuasi cosméticos se ha generalizado de tal manera que sus restos contaminan tuberías, arquetas, sanitarios, etc.

Por toneladas se cuentan las cantidades de residuos imperecederos que anualmente deben ser retirados de las redes de saneamiento público, con lo que supone de molestias y gastos de mantenimiento. Ser excesivamente escrupuloso y compulsivamente higiénico tiene su coste medioambiental.

Los que peinamos canas aún recordamos el satinado sutil y resbaloso del único papel al uso, el del Elefante.