Correr al aeropuerto
Actualizado: GuardarComparten el mundo los que corren hacia el fuego y los que corren al aeropuerto. Nadie sabe en qué grupo está hasta que las cosas se ponen feas y en ese momento, solo en ese momento en que se caga la perra, la gente muestra quién es debajo de toda carne y toda ropa. Las personas son en esto como los melones y a nadie se le puede exigir que salte a un fuego, así que ojo con pontificar. Solo queda rezar para que cuando al mundo se le parta la madre, uno y los hijos de uno sean de los que den la cara, como mi amigo Thomas Turley, que es el que zumbando aterriza en las catástrofes y al que el otro día una chica le advirtió de que viajaba demasiado para su relación.
En esto, las apariencias engañan: hay señoras que han arrancado verjas y postes del suelo para acceder a un accidente y tipos conocidos como la loca del pueblo que se han tirado de cabeza en un vagón en llamas. Una vez entrevisté a un hombre que pasó 50 minutos endiñándole con un hacha a una ventana blindada para sacar a unos heridos de un amasijo de hierro y muertos en el que gente como yo no hubiera pasado de vomitar. Tal vez nunca hayan bebido absenta ni gritaran '¡Come bien, jode fuerte y enseña los cojones a la muerte!' Son héroes y hacen lo que hay hacer.
El otro día escuché a un español que había tardado 45 minutos en llegar al aeropuerto cuando se hundió el techo del mundo en Nepal y que se quejaba de que los habían tratado «como a perros» y los habían dejado tirados en una pista de aterrizaje cincuenta horas sin agua. Y que allí hacía frío. De milagro no se quejó de que le hubieran roto una rueda de la maleta mientras el ministro de Asuntos Exteriores se daba golpes en el pecho porque los españoles habían salido por patas del desastre. No hay que juzgar porque nadie sabe qué hubiera hecho él mismo, si como mínimo, pasado el susto, hubiera salido del aeropuerto a cogerle la mano a los moribundos, a consolar niños perdidos, a cualquier cosa menos a lloriquear a la prensa de Madrid sobre el trato recibido. Nadie está libre de portarse como un mierda, pero otra cosa es pavonearse de ello en rueda de prensa.
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