La oscuridad vencida
Actualizado:A estas alturas de la película, a Eduardo Dávila Miura le debe de quedar un dedal de aire en cada pulmón. Después de nueve años fuera de los ruedos, vuelve a La Maestranza a matar la de Miura. Yo no he conocido cosa más angustiante que la conciencia de que te vas a ver con un -dos- Miura al día siguiente. Es el sabor del plomo. Los Miuras te pastan las pesadillas en noches de sudor y sábana y vueltas a lo mismo, a lo único, y la finca de Zahariche es en realidad el cauce de todos nuestros temores, un paisaje de toros que rumian las esperanzas de los hombres. En sueños recurrentes, agachan sus cabezas y sorben la saliva de las bocas, como si secaran todo resquicio de dicha y dejaran las lenguas como el desierto de Atacama.
En un sueño recurrente quedo de pie en mitad del recorrido del encierro, en la Cuesta de Santo Domingo -que aquí no es cuesta arriba, sino cuesta abajo-, y pasan los mozos a mi lado como si fueran cazas de un ejército en combate. En la torpeza física de las pesadillas, no puedo correr, ni apartarme, ni darme la vuelta. Solo acierto a agacharme antes de que se abra la riada de gente y llegue la manada. Se abalanza sobre mí una cordillera de toros y el primero, alto, armado con dos cuernos de los que podría colgarse un hombre desesperado, agacha la testuz y embiste con las manos lanzadas hacia adelante. Un instante antes del impacto, me despierto sobresaltado con los ojos aún llenos de espanto.
Hoy pienso en qué habrá en la cabeza de Eduardo, que está regresando a mirar a todas las bestias, a vencer todos nuestros miedos, a tirar abajo los decorados de cartón piedra que dan veracidad a las amenazas de la noche, a dar sentido a la luz. Él vuelve al incendio sin recompensa, sin esperanza, sin nada que ganar, absurdo y derrotado como todos los héroes. Vamos con él a empujarle, a animarle bajito del burladero, a hacerle el quite con el capote de manos invisibles y lejanas. Vamos a soñar que, por un momento, vencemos con él todo lo que de oscuro tiene el universo. Que haya suerte.