Cayetana, militante de Sevilla
Cayetana era una sevillana activa, no pasiva, militante de la causa general de la ciudad. No había tema que afectara a Sevilla por el que no se interesase
La pasada semana se nos marchó Cayetana, como le gustaba que la llamasen, posiblemente la aristócrata con mayor tirón mediático de la nobleza europea. Antonio Burgos invitaba el sábado desde estas mismas páginas a los estudiosos de la Facultad de Comunicación a que realizaran una tesis que explicara científicamente el interés desbordante que suscitaba en la sociedad de masas la XVIII Duquesa de Alba. No veo yo mucho ambiente entre nuestros expertos en comunicación por investigar las circunstancias que han llevado a Cayetana a convertirse en un fenómeno mediático. Burgos aventuraba que esta vez no se trataba de la ya clásica novelería sevillana: «Hay algo más; portento de una comunicación de gran señora, por su cercanía, por su sencillez, por su independencia, por su generosidad, por su genialidad. Por ser como era, no por ser quien era. Me explico, por ser la irrepetible Cayetana, la que se puso al mundo por montera y de mayor quería ser sevillana…».
Es esa última característica de la personalidad de la duquesa la que más me llamó la atención en las veces que tuve ocasión de tratarla. Cayetana era una sevillana activa, no pasiva, militante de la causa general de la ciudad. No había tema que afectara a Sevilla por el que no se interesase, ya fuera el futuro de la Sinfónica, el desarrollo del Metro, la conservación del Patrimonio, las setas y la Torre Pelli, los niños de Nuevo Futuro, los enfermos de Esclerosis múltiple, la hermandad de los Gitanos, las bellas artes, la actividad académica y un sinfín de causas ciudadanas sobre las que tenía una información abundante y una opinión firme. Con la edad, en lugar de desdibujarse su condición de militante de Sevilla se extendió a nuevos campos y, raro era el mes, en que no nos animaba a coger una nueva bandera, casi siempre para defender a la ciudad de alguna fechoría urdida generalmente en los despachos políticos. Con una docena de sevillanos tan proactivos como la duquesa dejábamos la ciudad de dulce en un pispás.
Una de sus últimas preocupaciones era que algunos de sus hijos o de sus nietos sintiesen por Sevilla esa atracción tan fuerte que ella sentía. No las tenía todas consigo, aunque estaba muy ilusionada con el sevillanismo incipiente de algunos de sus nietos. Cayetana es irrepetible. En ella se conjugaban tantas circunstancias históricas, personales y de carácter que será imposible recuperar el molde. Pero su legado de amor por la ciudad que eligió para vivir es una herencia que ha dejado a sus descendientes para que la asuman y no la dejan caer en el olvido. Ni su madre ni los sevillanos se lo perdonaríamos. Descansa en paz, querida Cayetana.
@aybarrapacheco