Tiempos urgentes
Lo que está en juego es el propio sistema democrático: los dos partidos mayoritarios no pueden seguir pidiendo confianza ilimitada

Esta semana hemos pasado el Rubicón, el punto de no retorno. La operación Púnica ha colmado el hartazgo de los españoles ante la cascada incesante de casos de corrupción. Creo que la putrefacción institucional que revelan los fraudes masivos no es más que el reflejo de la pérdida de referentes éticos y morales de la sociedad. Los políticos no son una casta aislada. La creencia cada vez más extendida de que la clase política es la causante de todos los males que azotan a España puede servir de eximente emocional para muchos. Incluso puede servir para que los asesores de regímenes bolivarianos como el de Venezuela, que ha sumido a un país rico en la pobreza, la desesperación y la falta de libertad, sean en el futuro próximo la llave del gobierno de nuestra nación. Pero ni las promesas populistas ni la demonización de las instituciones democráticas van a devolver a la sociedad española los valores perdidos.
Dicho lo anterior es inexcusable que ahora que enfilamos el final de la legislatura los responsables políticos, además de pedir perdón y recurrir al ya clásico «y tu más», impulsen un plan de choque contra la corrupción. Este plan debe tener como objetivo esencial el control del aparato administrativo del Estado, las autonomías y la red de entes públicos que constituyen la llamada administración paralela, fuente de todas las corrupciones. Los grandes casos de corrupción política que están asolando España no se explican sin la renuncia previa a la aplicación del derecho administrativo en las instituciones y empresas públicas. Ha sido esta deliberada falta de control, reflejo de la pérdida de valores, el origen de los casos ERE, Gürtel, Invercaria, pujoles, cursos de formación, Púnica y los que nos quedan por conocer.
Lo que está en juego es el propio sistema democrático. Los dos partidos mayoritarios hacen bien cuando advierten de los riesgos de los experimentos radicales, pero deben asumir que son ellos, con su tibieza y sus continuas disculpas, los que han impulsado este fenómeno que siempre aparece en las grandes crisis políticas. No pueden seguir pidiendo confianza ilimitada a los ciudadanos que padecen la crisis económica y que comprueban día a día cómo se malversa el dinero de todos. Hemos cruzado el Rubicón y estamos ya en el tiempo de las responsabilidades urgentes, de las últimas medidas, de la catarsis colectiva.
@aybarrapacheco