TELEVISIÓN
Michael Robinson, el dueño de un fin de semana adolescente en los noventa
El fallecimiento del que fuera campeón de Europa con el Liverpool ha conmocionado al mundo de la comunicación en España
Recuerdo aquellas tardes de domingo de mediados de los noventa como si fueran ayer. Salir de Carranza de ‘disfrutar’ de un Cádiz CF vs. Mármoles Macael para posteriormente ir a casa, poner el Plus y ver el partido de las siete media con las maravillosas (y muy distintas) voces de Carlos Martínez y Michael Robinson .
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En aquella época teníamos a Robin hasta en la sopa y uno se podía pasar un fin de semana largo con él: Viernes y sábado jugando al PC Fútbol , juego del que era prácticamente su logo, el domingo con el duelo de Primera (en aquella época veíamos el del sábado en Canal Sur con Manolo Ladrón de Guevara y el del domingo en el Plus, con una realización muy superior y con unos comentarios insuperables) y, por si esto fuera poco, nos quedaba ‘El día después’ para el lunes, el mejor programa de fútbol de la historia y cuya figura, más allá de los presentadores (Lewin, Pedrerol), fue sin lugar a dudas Michael Robinson.
Por todo esto la figura su figura es irrepetible. Yo, por entonces, apenas si conocía datos de su biografía. Sabía que había jugado en el Liverpool FC y en Osasuna , y que le caía bien el Cádiz CF , pero poco más…
Lo descubrí más profundamente gracias a ‘Las cosas de Robin’, un libro de relatos biográficos escrito magistralmente por él mismo en el que contaba anéctodas de su carrera deportiva (su debut en primera en el Manchester City , su buen hacer en el Brighton, la Copa de Europa con su amado Liverpool, su paso por el QPR, explicar las razones por las que jugó con Irlanda y no con Inglaterra y su descubrimiento de España en sus últimos años como profesional en Osasuna).
Todo esto fue el Robinson hasta los noventa. Un auténtico fenómeno. Pero en lo que se convirtió después va mucho más allá. Escucharlo en la Cadena Ser hacía que uno se diera cuenta de su inteligencia y cultura, muy superior a la de la mayoría de sus compañeros de profesión.
Su humor inteligente, la utilización a su favor de su acento para decir cosas que pocos podían permitirse, eran sólo algunas muestras de su enorme capacidad comunicativa.
Lo último que nos deja en el recuerdo es su gran obra maestra: ‘Informe Robinson’ , un programa descomunal con reportajes de un nivel tal que ninguna gran cadena americana podría hacer mejor.
Nos ha dejado demasiado pronto, con apenas 61 años, y con muchos proyectos por delante. Una pena. Pero nadie nos quitará aquellos fines de semana de los años noventa.