Editorial
Vox da aire al Gobierno
Plantear una moción de censura de imposible éxito es algo que sólo podía beneficiar a Pedro Sánchez.
La primera jornada de la moción de censura promovida por Vox en el Congreso de los Diputados se desarrolló dentro de unos márgenes que resultaron perfectamente previsibles. Es más, todo lo acontecido en el día de ayer se adecúa al vaticinio que habíamos realizado desde este periódico desde el momento en que se anunciaron las condiciones de la iniciativa. Un instrumento constitucional de excepción, pensado y concebido para retirar la confianza a un presidente del Gobierno cuando existe una mayoría parlamentaria alternativa, difícilmente podría convertirse en una herramienta políticamente útil cuando no cuenta con los apoyos suficientes. El perfil de Ramón Tamames, incontestable en méritos e independencia, pero naturalmente alejado de los postulados de los promotores de la moción, convertían la jornada en un acontecimiento de improbable éxito y contrario al orden formal que exige la Cámara.
En el discurso que abrió la sesión, Santiago Abascal comenzó arremetiendo contra la prensa, fabulando la posibilidad de que los titulares que hoy saldrían impresos ya estuvieran decididos y los editoriales previamente pactados. Atacar a los medios y cuestionar la libertad y diligencia con la que los periodistas ejercen su profesión es una práctica habitual en quienes entienden el populismo como una práctica política legítima. Las palabras de Abascal, de hecho, resultan semejantes a las que tantas veces ha proferido Pablo Iglesias, quien nunca ha dudado en señalar o deslegitimar a aquellos medios que han publicado información contraria a sus intereses. Esta estrategia, además de resentir la calidad democrática de nuestra conversación pública, resulta paradójica en el caso de Abascal pues, en efecto, nada de lo sucedido ayer en el Congreso permite elaborar una lectura distinta de la que, desde hace semanas, ya era previsible.
Plantear una moción de censura de imposible éxito es algo que sólo podía beneficiar a Pedro Sánchez. Esta herramienta parlamentaria no está concebida ni para propiciar debates ni como recurso de oposición. Más allá del poco respeto que demuestra por las instituciones esta convocatoria, ayer quedó confirmado que la estrategia acabaría por ser contraproducente. Más allá de la razonable exposición de Tamames que, por lo demás, ya era conocida debido a otra torpeza que posibilitó su filtración, la moción de censura sirvió para que el presidente Sánchez pudiera tomar la palabra durante 173 minutos para rentabilizar su respuesta a un inexistente proyecto de gobierno alternativo.
En el día de ayer se escucharon críticas al Gobierno que son, desde luego, ciertas y pertinentes, y que subrayan lo delicado del momento en el que se encuentra nuestro país debido a la erosión institucional que se ha ejercido durante esta legislatura. Sin embargo, la legitimidad y adecuación de esas críticas, e incluso la audacia o ironía con la que pudieron ser expuestas por el profesor Tamames, no convierten en idóneo el contexto ni en acertada la estrategia. Ayer, en lugar de concentrar la atención mediática en algunos de los escándalos que asedian al Ejecutivo, asistimos a una serie de intervenciones de afán electoralista por parte de la izquierda exclusivamente auspiciadas por la ocasión que brinda esta moción fallida.
Pedro Sánchez no suele fallar a la hora de rentabilizar sus oportunidades y la que ayer le sirvió Vox fue pertinentemente aprovechada casi hasta el abuso. El desigual reparto de tiempos y la condescendencia con la que se dirigió a Tamames le sirvieron al presidente del Gobierno para exponer algunas de sus fortalezas electorales. Sí resultó algo más inverosímil la forzada conexión que se intentó establecer entre la iniciativa de los de Abascal y un ausente Feijóo, pero el manejo de los tiempos y la victoria numérica que el presidente tiene asegurada en la votación le permitieron responder desde una posición ganadora. En la coordinación de la respuesta por parte de la coalición de Gobierno, merece la pena subrayar la solemnidad formal con la que se expresó una Yolanda Díaz, quien por momentos adquirió un tono impostadamente presidencial. El buen uso de su turno de palabra es posible que interese a Sánchez aunque, sin duda, inquietará a quienes desde Podemos aspiran a mermar el perfil de la vicepresidenta y ministra de Trabajo. No existieron sorpresas, pues, y el balance final de la jornada sólo puede interpretarse como positivo para el Gobierno y naturalmente infecundo para quienes promovieron la moción.