OPINIÓN
Dos modelos: tú eliges
Lo bueno que tiene la democracia es que está en nuestra mano elegir qué queremos
La política municipal siempre ha sido, en principio, la menos cargada de ideología y en la que debería ser más fácil llegar a acuerdos. En ella, se ha entendido históricamente que en la administración local y las cuestiones del día a día debe primar, por ... lo general, el sentido común.
Su carácter tangible la hace ideal para que los votantes dejen a un lado todo tipo de «hooliganismo» y, con objetividad, valoren a quien genera lo mejor para el lugar donde gobierna. El éxito en política municipal, por tanto, se basa en muchas ocasiones en demostrar que defiendes, por encima de todo, el bien de tu localidad y de sus vecinos.
Es por eso que, por lo general, en estas elecciones no importa tanto de qué color político es el candidato, sino su aval personal y su balance como gestor. Es decir, una política donde la persona y sus ideas están por encima de las siglas. Una cuestión que, como todo, tiene ventajas y desventajas, porque en municipios grandes el legado es más difícil de demostrar salvo con inversiones muy elevadas y, sin embargo, en otros excesivamente pequeños, las rencillas personales y las calumnias pueden jugar una mala pasada.
A pesar de eso, lo local representa una política más «pura», porque se puede mirar a los ciudadanos a los ojos sin barreras delante y tener perfectamente diagnosticado cuál es el pulso de la administración que gobiernas. Fue ella, la política municipal, la que en la pandemia dio a los ciudadanos lo que buscaban: ante el abismo, remar todos en la misma dirección. El ejemplo más claro y basado en un hecho objetivo, fue Madrid y su alcalde, consiguiendo unir a todos los políticos de la ciudad en los «Pactos de la Villa».
La tradición en la política municipal ha dejado liderazgos históricos que han transformado urbanística y socialmente ciudades convirtiéndolas en lugares de referencia. Siempre con una receta: resolver problemas del día a día e invertir inteligentemente para generar oportunidades. Ejemplo de ello fue el «soterramiento» del tren en Cádiz, que cosió y cohesionó la ciudad en su práctica totalidad.
Sin embargo, aunque en líneas generales la política municipal no tenga una carga ideológica muy elevada, el momento en el que nos situamos sí que lo tiene. Porque en esta ocasión el voto no definirá solo si una calle está limpia, bien urbanizada o mantenida. No definirá solamente el número de farolas que colocamos en una avenida. El voto en esta ocasión es una cuestión de elección de modelos que se resumen en dos: el que genera oportunidades o el que utiliza la política como una plataforma propagandística para servir a sus intereses y perpetuarse en el poder mediante la ingeniería social. Un segundo modelo que encarna muy bien quien duerme cada noche en el Palacio de la Moncloa actualmente y quienes le apoyan.
Porque en estas elecciones el rumbo de nuestras ciudades, de algunas comunidades, pero, sobre todo, de España está en cuestión. Cada voto al modelo de Sánchez y sus socios, aunque sea a nivel local, será un voto que, por lo general, los reforzará en sus aspiraciones nacionales y en su estabilidad en el Gobierno de España. Será un voto que refuerce la política seguida en estos años en la que se apuesta por modelos de ciudad que toman el rumbo de la Barcelona de Ada Colau antes que el de la inversión, la seguridad personal y jurídica y la política eficaz para generar calidad de vida. Será un voto que refuerce el mirar a otro lado cuando personas con delitos de sangre y que no se han arrepentido de haber destrozado la vida de miles de compatriotas compongan la candidatura de un partido político. Y así tantas otras cosas.
Por eso cada voto, desde Cádiz a Madrid, desde Sevilla hasta Bilbao o desde Valencia hasta Santander, pasando por Toledo o Zaragoza, representa esa doble vertiente: o elegir modelos de oportunidades para las ciudades y, en este caso, para España, o apostar, por lo contrario. Lo bueno que tiene la democracia es que está en nuestra mano elegir qué queremos.
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