Guirao, las formas elegantes de un político capaz de alcanzar acuerdos
Fue pieza clave del acuerdo que permitió al Reina Sofía y al Museo del Prado salir fuera de las pendencias políticas
Muere el exministro de cultura José Guirao a los 63 años
Al contrario de lo que ocurre con muchos políticos, cuando Pepe Guirao dejó de ser ministro de Cultura no dejó de ser Pepe Guirao. Siguió vinculado a la Cultura, sector que siempre le ha apreciado, que aún le quiere y ya le echa de ... menos. Uno, que ya peina canas culturales, le recuerda apenas en su etapa de director general de Bellas Artes, (1994), recién venido de Andalucía, con sus maneras suaves y elegantes, el dulce acento almeriense y una sonrisa franca capaz de sacar adelante proyectos y arrancar acuerdos bajo una tormenta.
Casi de inmediato la entonces ministra Carmen Alborch le nombró director del Museo Reina Sofía como pieza clave en una jugada mayor que ha marcado décadas de política cultural en España: el pacto PP-PSOE para dejar fuera de la pendencia política las grandes instituciones. Es el mejor intento que hemos tenido al respecto, ha sido el último consenso vigente en los tiempos de crispación y polos irreconciliables, incluso en medio de las mociones de censura y los juicios por casos de corrupción. Es el Álamo de lo que la Cultura debería ser en España.
Aquel acuerdo que suscribieron Miguel Ángel Cortes (PP) y Alborch (PSOE) en una cafetería de Madrid se puso en pie para el Reina Sofía, aunque también permitió que el Museo del Prado llegase a sobrevivir a las aguas bravas de su ampliación.
Pepe Guirao lo puso en práctica durante una larga etapa, trajo profesionalidad al Museo y no hizo bandera del sectarismo en aquellos años. Cuando el PP ganó las elecciones y Aznar encargó a Miguel Ángel Cortés el timón de la Cultura con Esperanza Aguirre como ministra, y Guirao siguió al mando del Reina Sofía, cumpliendo con naturalidad la cohabitación de un político de raza convertido en buen gestor cultural. Fue quien puso en marcha la ampliación del Museo.
Para quien había creado el Instituto de Patrimonio Andaluz y llevaba ya unos cuantos galones de gestión, fue sencillo poner en marcha la operación Picasso, que permitió completar la colección del Reina Sofía en derredor del 'Guernica' con obras que mejoraban su contexto. Ese es el corazón del gran museo contemporáneo español y lo puso en forma el exministro. En aquella ocasión conocí, también, su genio, su mucho genio, que lo tenía, cuando ABC publicó parte de la operación antes de lo previsto. He de decir que incluso en los momentos de tensión, Pepe no dejaba de ser un caballero, muy profesional.
Me entretengo en estas lides de aquellos años ya borrosos porque la política -y todo- se ha hecho mucho más canalla en las dos últimas décadas. Es importante subrayar suelos comunes a los partidos, como la Cultura, para poder cimentar mejor nuestra baqueteada convivencia. Y Pepe era un arquitecto de aquellos empeños. Como los buenos futbolistas era capaz de desequilibrar las cosas lo suficiente para sacar adelante sus jugadas. Pero sabía cerrar acuerdos para seguir con más base hacia adelante.
Eso no quita para que, como el político sagaz que también era, supiera moverse desde entonces en los márgenes y en los centros. Era un hombre del sector, conocido por todos, y su influencia ha sido grande en todo tipo de operaciones, sobre todo en el mundo del arte. No en vano supo crear en el Madrid de la Milla de Oro un nuevo centro con personalidad y espacios propios, que ha sido el éxito de madurez de su carrera: La Casa Encendida, donde siempre ha vibrado lo último y se ha alentado a los creadores de las nuevas generaciones. Creo que no hay un solo día en el que no haya estado lleno de público, y eso es maravilloso. Pero también mantuvo responsabilidades en otros ámbitos de la cultura, como la feria ARCO.
Siendo un político socialista fue un hombre que desarrolló los hitos principales de su carrera bajo gobiernos del PP, en ámbito nacional y de la Comunidad de Madrid. Este elogio a la tolerancia que Guirao encarna, como es justicia debe extenderse a quienes gestionaban aquellos gobiernos tolerantes que supieron detectar el talento en un adversario político y mantenerlo por sus virtudes de gestor y la ambición de sus proyectos en el cargo, bien directamente o por la influencia sobre instituciones como la fundación de la extinta Caja Madrid. Todo éxito en la cultura siempre es compartido, esa es otra de las lecciones de su legado.
Esa larga etapa terminó cuando -la política es la política- el nuevo gobierno socialista llamó a su puerta. Pedro Sánchez estaba entonces jugando el papel de seleccionador del 'gobierno bonito' con astronautas y grandes fichajes y tuvo un accidente con el elegido para la cartera de Cultura: Máximo Huerta, que le duró un telediario. Dimitido en tres días el primer candidato, Sánchez necesitaba arreglar la avería por la vía de urgencia. Y ahí reaparece Pepe Guirao, apuesta segura y aplaudida por el sector que no entendía la elección de Huerta. Guirao con su ritmo sureño llegó a calmar las aguas. Fue la solución correcta para borrar el resbalón temprano de quien había cambiado el colchón de la Moncloa y necesitaba mullida tranquilidad en el sector más próximo, según se dice, al socialismo. Decidió en su primer día de ministro -tal vez es quien mejor ha vestido ese traje durante los últimos años, le quedaba como un guante- parar la fusión del Teatro Real con el de la Zarzuela y puso en marcha con poca fortuna la reforma del INAEM, aún pendiente, dos ministros después.
Creo que no pudo hacer todo lo que quiso, seguramente también por las difíciles sensibilidades que había que aunar en una política de pactos volátiles como la que vivimos y la intervención de los gurús de la comunicación política en las estrategias de gobierno.. Pero contaba con un enorme capital de su prestigio personal y siguió como comisario del Año Picasso (2023) hasta su último aliento. El mundo de la Cultura asiste a su muerte temprana con mucho dolor compartido. Le echaremos de menos. Descanse en paz.
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