Deporte adaptado
Trail inclusivo, deporte extremo sin barreras
El Rompebarreras de Montanejos demuestra que, con ilusión y apoyo, no existen límites
Se dice que la fe mueve montañas. La frase no puede tomarse literalmente, pero sí que admite matizaciones: con ilusión y esperanza sí es posible atraversarlas. Eso es lo que consiguieron unos entusiastas deportistas valencianos, comandados por Jaime Barrantes , que han logrado llevar el deporte inclusivo un escalón más allá. Hasta las activididades más extremas.
La vida que lleva Barrantes está siempre al límite, tanto en lo profesional ( es bombero en Sagunto ) como en lo personal (con su mujer Pepa tienen una hija, Águeda , con síndrome de West ). Pero su espíritu luchador y positivo les ha hecho no ceder ante los problemas y tratar de normalizar las cosas en la mayor medida posible. Por eso decidieron que la enfermedad de su pequeña no les iban a privar de hacer las cosas diarias que le apasionaban (como el deporte) sino que las iban a hacer en familia. Todos a una.
Pero claro, esta idea que es fácil de llevar a cabo si las aficiones son la natación o montar en bicicleta, se vuelve más complicada cuando se piensa en los deportes de montaña. «Águeda tiene los padres que tiene -comenta con ironía- y a nosotros lo que nos gustaba era correr por el campo y disfrutar de la naturaleza al máximo. Y eso si vas con una silla de ruedas es difícil de realizar». Efectivamente, hay senderos impracticables y peligrosos y había que buscar alternativas para que los padres siguieran en forma y la niña les pudiera acompañar. Compraron una silla especial para ir practicando y la recompensa les llegó el año pasado en Francia . «Nos apuntamos a una carrera de trail inclusivo con la buena fortuna de que la ganamos y nos dieron una joylette como premio», indica. Pusieron esa joya a disposición de su asociación ( Cazarettos ) y ahí comenzó todo.
Una carrera pionera
Con un precio que ronda los 4.000 euros y un parque de unos cincuenta aparatos en España , se trata de una silla monorueda especialmente adaptada para correr por lugares abruptos. Lleva unos mandos detrás con un freno de disco y control de altura, y unas barras delanteras que son las que deciden la inclinación a la hora de girar. «En principio la conducen dos personas en los terrenos más accesibles, pero en cuanto hay mucho desnivel utilizamos cuerdas y arneses de montañismo para avanzar entre todos», explica. Pero su espíritu competitivo buscaba más que una simple excursión familiar; querían poder participar en carreras de verdad. Y así, con el ejemplo francés muy presente, organizaron su propia prueba dentro del Trail de Montanejos (Castellón) y lo denominaron «Rompebarreras» . «Al ser el primero que se hacía tuvimos que adaptar el reglamento de Francia y poner nuestras propias normas, ya que no había experiencia previa. Tampoco estaba enmarcado dentro de ninguna federación deportiva y fuimos un poco a ciegas -se lamenta Barrantes- pero al final todo salió de maravilla y conseguimos a reunir a ocho equipos de toda España». Los grupos contaban con un número variable de corredores (entre seis y ocho) y con un curioso sistema de bonificaciones, en función del peso del deportista discapacitado y del número de mujeres participantes.
Aunque en una fiesta solidaria como esta el resultado es lo de menos, sí que es importante que fructifique la semilla que aquí se ha sembrado. Después de 15 kilómetros y dos horas y media escalando riscos y vadeando ríos ganó el equipo de Torrelavega . «Ya nos han dicho que van a hacer todo lo posible para que la prueba se celebre el año que viene en Cantabria , con más participantes todavía -indica Jaime-. Estoy convencido de que lo van a lograr, porque se lo tomaron muy en serio este año y son muy competitivos; de hecho, nos dijeron que nunca dejaron de entrenarse durante el mal tiempo y que para que el discapacitado no lo pasase mal, ponían un saco de 50 kilos en la silla para practicar». Con el ejemplo de todos ellos se pueden conseguir muchas cosas, que traspasan de lejos los ámbitos deportivos. Esto es algo que llena de orgullo a Barrantes, aunque también le empieza a abrumar. «Cada vez visitamos más colegios y damos más charlas con nuestra asociación para hablar de la normalización y el otro día, gracias a nuestra silla, un niño pudo visitar un poblado íbero de Castellón con sus compañeros de clase en lugar de quedarse en casa. De eso se trata la integración, pero necesitamos más gente que apoye. Nosotros solos no podemos con todo».