Rajoy niega a Iglesias la categoría de presidenciable: «Es letal para España»

El líder de Podemos ofrece al PSOE un pacto para expulsar al PP de La Moncloa, pero exige dejar fuera a Cs. «Tenemos que entendernos», urge.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ayer en el Congreso de los Diputados Ángel de Antonio
Ana I. Sánchez

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La tercera moción de censura de la democracia arrancó ayer con aire precocinado en el Congreso. Con el resultado de la votación perfectamente anticipado y una enorme calma exhibida por La Moncloa, no se esperaban grandes sobresaltos.

Sin embargo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy , decidió aprovechar este escenario para sorprender a Podemos y subir a la tribuna de oradores asumiendo todo el peso de la defensa del Ejecutivo. Ni Adolfo Suárez en 1980 ni Felipe González en 1987 se echaron esta tarea sobre la espalda, que dejaron en manos de su número dos. La derrota de Iglesias en números era evidente pero Rajoy quería hundir también su relato y privarle del único objetivo al que pretendía aspirar: la condición de presidenciable. «Un gobierno presidido por usted, o donde usted goce de alguna suerte de influencia sería un gobierno letal para el bienestar general y para el modelo de convivencia que nos hemos dado», sentenció. Y no solo por su actuación ayer en el Congreso sino por todo «lo que ha hecho y dicho hasta el día de hoy».

«Aquí acaba su recorrido»

Este fue el eje de su posición en el pulso parlamentario que mantuvo contra el líder de Podemos. Le acusó de contar con un defecto que inhabilitaría a cualquiera que quisiera convertirse en presidente del Gobierno: «una enfermiza obsesión por marcar el terreno con raya roja para dividir a los ciudadanos en buenos y malos». Le puso en serios aprietos al abordar la cuestión catalana al exigirle que desvele si está de acuerdo con que Cataluña decida su futuro sin que el resto de España pueda opinar. Y le culpó de ejercer «la política espectáculo», de rebajar la labor de los partidos a «gestos, puestas en escena, eslóganes o poses fotográficas». Ardides publicitarios, en suma, que «le pueden haber ayudado a ocupar el escaño» pero que no le ofrecerán más frutos. «Aquí se acaba su recorrido», auguró. La bancada popular, exaltada, aplaudía a rabiar al presidente

Iglesias intentó coger oxígeno dirigiendo el debate hacia los casos de corrupción que afectan al PP pero sin argumentos nuevos y devolvió presagios similares. «Va siendo hora de que ustedes dejen de gobernar y lo haga gente sin tantos amigos en la cárcel», replicó. Pronosticó que Rajoy pasará «a la Historia por ser el presidente de la corrupción» y aseguró que el PP «está viviendo su epílogo». «Su proyecto es resistir: no tiene proyecto de futuro para España, no tiene nada que decir a Cataluña, nada que decir a los jóvenes, a las mujeres», remachó. No dejó la tribuna sin utilizar al expresidente popular José María Aznar , asegurando que sí tuvo un proyecto para España.

Hasta ocho duras intervenciones se llegaron a cruzar ambos durante las más de siete horas seguidas que duró el primer tramo del debate. Cinco de ellas acumuladas por Montero e Iglesias en sus discursos iniciales, siguiendo los usos de Fidel Castro y Hugo Chávez . Las dos horas y cuarenta y cinco minutos que consumió Iglesias en su primera disertación no tienen precedentes en el Congreso. La portavoz de Podemos, por su parte, agotó dos horas y diez minutos. A ambas cifras hay que añadir las réplicas y dúplicas .

La dilatación de sus proclamas, no obstante, les restó eficacia. El jefe del Ejecutivo rescató una frase de Quevedo para ilustrarlo: «el exceso es el veneno de la razón». Traía esta cita prevista, al igual que el resto de su discurso. Tal fue la previsibilidad que esperaba del partido morado. Iglesias acabó perdiéndose en la Historia de España en un intento de demostrar que «la trama» se encuentra perpetuada, mientras el alegato de Montero se desordenó entre idas y venidas a la corrupción, alusiones a la cuestión catalana o alegatos a favor del feminismo. Sus palabras quedaron en un segundo plano pero fueron más lacerantes que las del líder. «España está harta de que le roben», aseguró. Un argumento en el que abundó al sostener que «la corrupción tiene sede y es Génova 13». Montero exigió entonces al PP que pida perdón y «reponga a la Hacienda Pública hasta el último céntimo robado».

En modo Fidel Castro

El jefe del Gobierno la vituperó por exagerada. Reconoció la existencia de casos de corrupción en el PP «como en otros partidos», pero negó que sea un problema estructural. Y cargó contra la moción de censura por ir «contra España» y ser una «farsa». «Es pintoresca, por no decir chusca, se anuncia sin candidato, renuncia a sus objetivos y censura a un Gobierno recién nacido», criticó.

Podemos. en cambio, mutó completamente el tono para dirigirse al PSOE. Iglesias ofreció un pacto para expulsar al PP de La Moncloa y razonó un «tenemos que entendernos», mientras la bancada socialista le lanzaba miradas cargadas de escepticismo. «Ojalá nos pongamos de acuerdo para sacar al PP del Gobierno más temprano que tarde», insistió. Esta oferta, no obstante, tiene condiciones. «No nos digan que es posible con la muleta naranja», exigió, en alusión a Ciudadanos. «Nos podemos equivocar pero no robamos ni damos aire a los corruptos», subrayó. Sus tres últimas palabras, «sí se puede», sonaron en un tono más bajo que otras veces, como si ya no creyera tanto en ellas.

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