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Presentado un estudio sobre la poética de Ángel A. Herrera
El profesor Diego Vadillo López analiza la «sintaxis alterada» del escritor y periodista de ABC
Ángel Antonio Herrer a , nuestro columnista y cronista, ya tiene un estudio de su obra poética. El profesor Diego Vadillo López , en el confinamiento, se desvivió por analizar su creación y dar a la imprenta 'Ángel Antonio Herrera y la alucinada sínquisis'. Anótese que sínquisis supone darle una vuelta de tuerca a la sintaxis alterada, y eso es la personalidad poética de Herrera, quizá algo oculta y opacada por los brillos de ser uno de los cantores predilectos de esta época y de las recientes. Y sin embargo, ahí están libros como 'El demonio de la analogía', 'En el palacio de la culpa', 'Te debo el olvido', 'El sur del solitario', 'Donde las diablas bailan boleros', 'Arte de lejanías', 'Los motivos del salvaje' o 'El piano del pirómano'.
La cuestión es que en el restaurante Commodore, sede de las noches del «Madrid golfante», en la mañana del jueves y en plena Plaza de la República Argentina se ha analizado la obra del articulista de ABC y ha sido la segunda vez que Vadillo y Herrera se encontraban personalmente. La primera fue, hace unos meses, en un homenaje al periodismo literario en la Cuesta de Moyano, donde se recordó al llorado David Gistau y a Francisco Umbra l. La serendipia de la literatura.
El desayuno con metáforas tiene estas cosas, orquestadas por David Felipe Arranz : que Diego Vadillo se encontrara con la obra poética de Ángel Antonio Herrera, que la convirtiera en materia de ensayo en alguien que maneja el Barroco, insiste el autor, con «un punto achulapado». Máxime cuando, señala Vadillo, se está ante un autor que «ha sido todo un referente de nuestra generación». Y Vadillo cayó en la cuenta de la existencia de la poesía 'herreriana', reseña socarrón, «llegando a la senectud». De hecho, guarda en la recámara nuevos estudios sobre Herrera que anunció antes de que el protagonista tomara la palabra en defensa no sólo de la poesía, sino de toda una forma de ser y entender la literatura; del propio poema al ensayo, de ahí a la crónica y a la columna. A Herrera le sorprende del estudio que le han dedicado que incluso haya esquemas y dibujos que vengan a explicar su sintaxis. Y luego, evidentemente, el recuerdo de esa genealogía que no sólo une al estudioso y al objeto de estudio (Vadillo y Herrera), una genealogía que va de Valle a Lorca , de ahí a Gómez de la Serna pasando por Francisco Umbral , que fue el que cristalizó una forma de entender la escritura en el soporte en que se quiera. Lo que Herrera defendió ante todo fue un mandamiento que es casi un frontispicio de su relación con la palabra: el afán de que la página, cualquier página, sea un ejercicio de escritura y no de redacción.
Herrera y Vadillo firmaron libros, y a pesar de la lluvia, el café mañanero casaba bien con un trabajo filológico sobre un autor que está muy vivo en estas páginas en tanto que cronista, columnista, poeta lírico y poeta en prosa de lo que pasa y su circunstancia.