Imanol Uribe, entre John Wayne y Antígona

«Lejos del mar» busca decir algo (pero, ¿qué?) sobre el terrorismo, el arrepentimiento y las víctimas

Imanol Uribe, entre John Wayne y Antígona efe

oti rodríguez marchante

Vuelve Imanol Uribe al lugar de los hechos, aunque en esta ocasión no compite por la Concha de Oro. Su película, «Lejos del mar», es otro vistazo al «tema» muy tratado por Uribe en películas como «La muerte de Mikel» o «Días contados», aunque en esta ocasión ofrece una mirada reciclada, acorde con el paisaje y el tiempo: un etarra sale de la cárcel veintidós años después y muy arrepentido. El argumento de la película tiene varios aciertos: se va a transcurrir al mar de Almería, otro color, otro ambiente, otro acento que si se hubiera ido a transcurrir a su mar natural y cantábrico; y se rodea de personajes ajenos al «tema», lugareños con otros problemas, y que no deberían fijarse en él. No tarda el argumento en tomar caminos tan extraños que Uribe es incapaz de controlar sus efectos (que aparezca la risa durante la proyección no estaba previsto), y tengo la impresión de que también se le escapa el control de su mensaje. Eduard Fernández es mucho más que un buen actor, e interpreta a este «Santi» realmente arrepentido con una verosimilitud y dignidad enormes; el guión, además, se lo permite, y Eduard Fernández construye un «Santi» con la botonadura de John Wayne en cualquiera de Ford: en realidad, es el único personaje íntegro de la función, los demás son casi guiñapos, como el muñeco periodista que interpreta José Luis García Pérez , o ese ser caído de Marte que encarna Elena Anaya , cuyos actos están manipulados por Uribe con la intención de decir algo…, sí, pero ¿qué?... Lo que sí consigue «Lejos del mar» es producir mucha incomodidad, casi irritación; pero es natural porque trata un asunto tan irritante para la piel como la hiedra venenosa. No es fácil señalar algunos ridículos en los que cae sin desvelar parte de la trama, aunque tal vez todo se trate de una catarsis de símbolos y alegorías, y hayamos visto John Wayne donde había que ver Antígona, hija de Edipo y hermana de Polinice.

Un nuevo favorito

A competición, l a emotiva y sensiblera «Freeheld» , de Peter Sollett , basada en los hechos reales de una policía de New Jersey, lesbiana y con un cáncer terminal, que luchó para que la ley le reconociera a su pareja el derecho a cobrar su pensión. «Freeheld» está muy bien expuesta y muy bien interpretada por Julianne Moore , la policía, pero sobre todo por Ellen Page (la de «Juno»), pero a Peter Sollett se le cae al patio la pinza de colgar la ropa y se le escapa todo menos el romance de esas dos mujeres (justo de sustantivos, escueto de adjetivos, bien puntuado…); lo demás, la lucha por los derechos y la enfermedad y los detalles legales y laborales es todo flojucho y algo fofo, empezando por un Steve Carell de bofetón.

La francesa «Les chevaliers blancs», de Joachim Lafosse, se encarama con fuerza a ese lugar tan poco transitado de los favoritos. Impecable filme sobre los límites de la ayuda humanitaria en África y el papel que juegan ciertas onegés. Rodada al sur de Marruecos, la historia alude a la operación de un equipo de cooperantes franceses para sacar de Chad a trescientos niños huérfanos y llevarlos a Francia para que se tramite su adopción. Perfectamente detallados los procesos de convencimiento mediante el soborno y el engaño para llevar a cabo sus planes, sin duda bienintencionados pero ilegítimo. Tan bien situado el punto de vista de la película, que aprecias sus dos anuncios: lo sucio de llevarse furtivamente a esos chiquillos y lo sucio de no llevárselos y dejarlos ahí para que se harten de hambre, guerra y muerte.

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