Jia Zhangke: «Mi responsabilidad como artista es contar la realidad de China»
El director presenta hoy «Mountains may depart» en el Festival de San Sebastian

Incluida entre las «Perlas» del Festival de San Sebastián , la película «Mountains may depart» confirma al director Jia Zhangke como el mejor retratista de la China contemporánea. Nacido en 1970 en la provincia minera de Shanxi, este realizador de la «Sexta Generación» del cine chino iba para pintor. Pero, a mediados de los 80, «Tierra amarilla», de Chen Kaige, le abrió los ojos mientras se pasaba las horas muertas en cochambrosas salas de vídeo. Hoy es un habitual en los festivales más importantes. A pesar de ganar el León de Oro en Venecia con la poética «Naturaleza muerta» (2006) y el premio al mejor guión en Cannes por «Un toque de violencia» (2013), tanto esta última como sus primeras obras siguen prohibidas en los cines de su país y solo se pueden encontrar sus DVD piratas.
—¿No es frustrante que a un director tan reconocido le cueste estrenar en China?
—Mi primera película, «Xiao Wu» (1999), fue censurada y desde ahí he tenido problemas. En ese momento, la mayoría de las películas procedían de los estudios estatales, pero muchos directores queríamos mostrar la vida real de los chinos y no seguir las directrices del Gobierno. Por eso, mis tres primeras películas fueron prohibidas. La primera cinta que puede estrenar fue «El mundo» en 2004, pero «Un toque de violencia» no llegó a las salas en 2013 por su contenido. El Gobierno desea estabilidad social y no quiere que la gente se dé cuenta de lo que está pasando, pero tenemos que enfrentarnos a la realidad y descubrir lo que ocurre, incluyendo la violencia. Mi responsabilidad social como artista y como director es contar la realidad de China.
—¿Cómo rueda sus películas y qué permisos necesita?
—Todos los rodajes requieren un permiso del Gobierno, que supervisa los guiones. «Un toque de violencia» fue aprobada porque solo tuvimos que enseñar dos páginas del guión, pero la censura la prohibió finalmente porque temía que le gente reprodujera la violencia que aparecía en la pantalla. La paradoja es que todas las historias de la película estaban basadas en la realidad. Es ridículo, pero la censura china viene de la antigua Unión Soviética: las películas son consideradas elementos de la propaganda y no arte.
—Sus películas abordan la violencia, la corrupción y otros problemas sociales. ¿Hay alguna línea roja que no pueda cruzar, como criticar al Partido Comunista?
—No hay normas de lo que se puede rodar o no. Ante esta situación, tengo que insistir en lo que quiero hacer y ser libre, sin límites. Pero, tras el rodaje, pueden surgir trabas que ni siquiera había imaginado.
—¿A qué problemas se enfrenta cuando rueda este tipo de películas sociales?
—Conseguir el permiso es lo más difícil, porque cada año hay nuevas normas. El gran reto de las películas sociales es llegar al mercado, copado por películas de Hollywood o sus copias chinas. Otra cuestión es la reacción del público, ya que abunda la comercialidad porque a mucha gente no le interesan los problemas sociales.
—¿Cómo afecta a la vida cultural china que el Gobierno solo permita estrenar en cines una treintena de películas extranjeras, la mayoría grandes éxitos?
—El principal problema es que no llegan a las salas películas de España, Francia o Japón ni cintas independientes americanas. El cine se está convirtiendo en negocio y ya no es un arte. Mi compañía quiere traer películas extranjeras, pero no tenemos ese derecho; solo dos compañías lo poseen.
—¿Qué le gusta del cine extranjero?
—El neorrealismo italiano de Vittorio De Sica y el surrealismo de Fellini, así como muchos directores japoneses, entre ellos Nagisha Oshima. De España me encantan Buñuel y Almodóvar.
—¿Cómo ve los cambios sociales y políticos en China tras la apertura al capitalismo?
—Como muchos otros chinos, creo que la sociedad irá mejorando en el futuro y, en política, avanzará hacia la democracia. La mayoría quiere un país mejor y con más derechos. Ocurrirá en el futuro, pero el proceso es muy lento. China se está internacionalizando y no puede cerrarse al mundo. Es imposible que el Gobierno lo vuelva a controlar todo como antes.
—¿No cree que el crecimiento económico ha anestesiado la conciencia política de los chinos?
—No creo que la gente sea cada vez más materialista ni que las nuevas generaciones «pasen» de los problemas sociales. Es solo cuestión de tiempo que los jóvenes crezcan para enfrentarse a la vida.
—¿Cuáles son los mayores problemas de China?
—Hay muchos, pero yo estoy interesado en la vida de la gente y en su relación con la sociedad. Las películas chinas tradicionales se centraban en el Partido Comunista y el grupo, pero a mí me interesa el individuo.
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