Ricardo Darín: «Le tengo más miedo a la muerte de los demás que a la mía»

El actor argentino borda en «Truman», presentada ayer, el papel de un enfermo terminal de cáncer que decide poner fin a su tratamiento médico

Ricardo Darín: «Le tengo más miedo a la muerte de los demás que a la mía» afp

pablo pazos

«No pienso mucho en la muerte, y mucho menos en la mía». Buena parte de la charla con Ricardo Darín por su papel en «Truman» gira, inevitablemente, en torno al punto final de la vida. Inevitable porque en la cinta de Cesc Gay, que compite por la Concha de Oro y se presentó ayer en San Sebastián, encarna a un hombre, Julián, enfermo de cáncer, que decide que, ante la imposibilidad de cura, prefiere renunciar al tratamiento. Una decisión con la que tienen que lidiar su mejor amigo Tomás (Javier Cámara), de visita unos días procedente de Canadá, y Truman, el perro del que no se separa.

El filme, entre otras reflexiones, aborda la dificultad para asumir la muerte de nuestros seres queridos. «Es el egoísmo. Es lo mismo que nos pasa ante casos de gente a la que amamos o amigos entrañables, queremos retenerlos y no estamos pensando en ellos, no nos estamos poniendo en su lugar», asegura Darín. «Esta película habla de respetar el derecho que cada uno de nosotros tiene sobre cómo vivir la vida y cómo dejarla. Y eso es un tema muy incómodo, nos cuesta pararnos frente a eso. Le tengo mucho más miedo a la muerte de los demás que a la mía. Me gustaría que me avisen por la duda, para estar preparado», bromea.

«¿Qué nos pasaría si alguien viene y nos dice tienes dos meses de vida?», lanza la pregunta al aire. «¿Qué haces? ¿Harías algo o te quedarías petrificado? Yo creo que trataría de abogar por la unidad en el mundo y ese tipo de cosas que no conducirían a nada (ríe), pero me causan gracia los que queman las naves , los que van y patean el tablero». Se refiere a su personaje, Julián, al que la decisión que ha tomado le confiere una honestidad brutal. «Es un buey suelto en un bazar. No mide consecuencias. Es una liberación».

El protagonista de «El secreto de sus ojos» no oculta que pensó en su padre, muerto a causa de un cáncer, a la hora de preparar su rol en el filme de Gay. «Pero no solo en él, en amigos, en familiares. Tenemos todos acumulada tanta tristeza, tanto dolor, tantas pérdidas, que no hay más que buscar en la mochila para encontrarse con todas las herramientas. Tenemos demasiados elementos, desgraciadamente, para abordar un tema así».

Temor a lo desconocido

Conversador insaciable , lleno de una energía que un momento dado refuerza con una taza de café, Darín habla sin tapujos de una cuestión, cuanto menos, espinosa. «Todo el temor que tenemos para con la muerte, en realidad, es lo mismo que nos pasa con respecto a casi todo lo desconocido. Por la duda nos da miedo».

Y se lanza con otra reflexión:« A lo mejor es una salvación , no por supuesto a edades tempranas, ni muertes injustas, trágicas y accidentales. Estoy hablando de una vida recorrida a lo largo de muchos años».

Aquí tira de recuerdos, de una frase de su abuela, fallecida a los 101 años. «Cuando tenía 96 o 97», evoca, «un día charlando con ella le dije: “Te noto cansada, estás angustiada...”. “No, no, mi hijito, lo que pasa es que ya me va pareciendo hora suficiente de retirarme, porque es muy agobiante haber visto morir a toda la gente que querías” . Si la vida fuera lo que todos soñamos, hay un punto hasta que creo que tiene que ser un descanso. Lo que rodea, la parafernalia, es lo que le da un carácter casi de terror».

Pasan los minutos y se habla y habla de la muerte, pero «Truman» es cualquier cosa menos una película deprimente. Al contrario, se alternan las risas con el nudo en el estómago. «La vida es eso. Afortunadamente. Si no, no podríamos respirar», afirma el intérprete bonaerense. «A pesar de tener un tema incómodo como este, era un placer ir al rodaje . Era como casi catártico, como exorcizar, ir a reírnos un poco de lo que le ocurría a estos personajes, mientras llorábamos, porque también nos pasaba que llorábamos todo el tiempo como cocineras».

Ahí tuvo gran parte de culpa su gran «feeling» con Javier Cámara. «Es un maldito payaso. El primer instante que lo conocí tenía tres naranjas en la mano, haciéndolas volar en el aire. Si no eres amigo de Javier Cámara es que te estás perdiendo la mejor parte de la película», le elogia. «Es un genio , le pone una energía a lo que hace que es contagiosa, genera un clima de trabajo envidiable».

Sin olvidar, claro, al otro gran protagonista: el perro, Truman , al que Julián intenta, poco convencido, encontrar acomodo. Y aquí Darín se declara sin rodeos gran amante de los animales. «Es difícil encontrar a otro ser que cuando llegas a tu casa, después de un día de trabajo, pegue saltos en el aire y mueva la cola. Ni siquiera en una de las mejores relaciones que puedas tener con alguien te vas a encontrar una cosa así».

Orgullo de padre

A Darín, será porque en su caso es cuestión de genes, le ha salido un hijo, que firma como Chino Darín , que a sus 26 años goza cada vez de una mayor fama. «No lo quiero quemar, no me gustan los vaticinios, pero lo veo muy bien» , asegura con orgullo paterno. «Habla inglés a la perfección, es un tipo que tiene una gran vocación de salir, de explorar, yo no, no me movería de mi casa jamás». Más de una vez ha apartado cualquier opción de saltar a Hollywood. «No tuve la suerte de que lo que me ofrecieran fuera atractivo. Y soy de los que creen que es difícil pensar en otro idioma».

No ha necesitado cruzar el charco para gozar de reconocimiento y ser aclamado, como ayer en San Sebastián. Que le paren y saluden no le incomoda, salvo en casos puntuales. «Depende de la frecuencia. Yo me llevo muy bien con la gente, pero dependo del número».

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