Carlos («MasterChef»): «A los jueces los vemos como monstruos, pero si se pasan rectifican»

Quién le iba a decir a Carlos Maldonado, un vendedor ambulante toledano, que con un bocadillo de calamares (deconstruido, eso sí) lograría conquistar a un buen puñado de estrellas Michelin ( Ferran Adrià , Joan Roca y Andoni Luis Aduriz, entre ellos) y alzarse con el trofeo del tercer «MasterChef» España. «En ese momento se te pasan por la cabeza tantas cosas que no sabes con cuál quedarte. Son tantas emociones que tardas en digerirlo . Aún no he podido volver a mi vida normal, llegar a casa y hablar con mi familia sobre cómo ha cambiado todo en tres meses», apunta el campeón de un formato que cumple 25 años justo hoy.

Con un aspecto que recuerda al chef David Muñoz –«mas quisiera yo», bromea Carlos–, el ojito derecho de Pepe Rodríguez está orgulloso de haberse mostrado como es «en la calle y con las pintas que he llevado toda la vida» , subraya. Un programa que no le ha cambiado por fuera, pero sí por dentro. «Partiendo de abajo, he conocido el mundo de la televisión, he crecido como persona y he aprendido a cocinar bajo presión», añade. Todo gracias a la insistencia de su madre, «la Jenny», a la que dedicó el «Pato a la naranja con verduritas (a lo Jenny)».

Con el premio, que incluye un curso en el Basque Culinary Center, su propio libro de recetas y 100.000 euros , este manchego pretende tapar agujeros e invertir en una food truck (camión de comida). «Así uniré esta pasión con mi venta ambulante de toda la vida». Una experiencia culinaria que disfrutará con su padre, «“El viejo”, que no sabe freír un huevo», en el programa veraniego «Cocineros al volante» (La 1), una espacio que reivindicará la venta callejera. «España es de los pocos países de la UE en los que es ilegal», sostiene.

¿En tu futura caravana habrá bocadillo de calamares? «Claro que sí, no va ser lo típico. Sigo pensando en la cocina tradicional llevada al límite, porque es lo más rico, una caldereta, mojar bien el pan...», relata este joven de 25 años en una entrevista con ABC en la terraza del madrileño hotel Oscar.

De camino, sigue recibiendo felicitaciones. «¡Enhorabuena!, aunque el martes nos tuviste casi hasta las dos de la mañana a ver si ganabas», bromeaba una fan. «La gente es un encanto, supermajos... Este premio es un 50% esfuerzo y sacrificio y el otro 50% el apoyo de la gente, que me ha llegado incluso desde Paraguay, Cuba y Venezuela. Qué presión y qué tensión».

Una tensión que también se ha dejado ver en esta edición en la relación de los aspirantes con los jueces, con momentos tan duros como la llorera de Alberto tras los calificativos recibidos por su «león come gamba» –«es alucinante, ese plato ha revolucionado el mundo», comenta entre risas– o las declaraciones de Lidia hablando de «humillación». Carlos, en cambio, prefiere quedarse con lo bueno. «El jurado es muy cercano. Les vemos como monstruos, pero son encantadores. No creo que rocen la humillación, ellos hacen críticas, constructivas, que a veces duelen. Con el “león come gamba” fueron duros, pero rectificar es de sabios . Ellos pidieron disculpas y se aceptan sin ninguna duda». Tampoco guarda rencor a su gran rival en el programa, Sally, que en algún momento hasta le soltó un «te odio». «Realmente ha sido un pique cariñoso, sin maldad, es una chica encantadora», admite.

Aunque sus referentes siguen siendo cocineros como José Carlos Fuentes y Ángel León, reconoce que no los admira «ni más ni menos que a los que están en una tasca sacando pinchos. Los admiro porque tienen sus estrellas Michelin y siguen ahí al pie del cañón». Aún queda Carlos para rato.