LA VIDA A 5 NUDOS
Juan Sebastián Elcano: el mayor pecado es estar triste
Dos periodistas graban por primera vez la vida desde dentro de uno de los buques más emblemáticos de la historia de la navegación
![Juan Sebastián Elcano: el mayor pecado es estar triste](https://s2.abcstatics.com/Media/201506/22/buque-juan-sebastian-elcano--644x362.jpg)
«Aquí sólo nos tenemos a nosotros. Fuera del Juan Sebastián Elcano sólo está el mar». Estas son las palabras de uno de los últimos 259 tripulantes que viajan a bordo del histórico velero de la Armada Española. Sólo uno más de los veinte mil guardias marinas que, desde hace 87 años, han recorrido decenas de veces los océanos y mares de África, América y Europa, navegado más de tres millones de kilómetros (1,6 millones de millas náuticas) y arribado en más de 200 puertos con la bandera de España en su popa. «La huella que deja en todos los que hemos tenido la oportunidad de navegarlo es incomparable», asegura su comandante, Enrique Torres Piñeyro , en «La vida a 5 nudos», el primer documental que se sumerge en la intimidad de uno de los buques más emblemáticos del mundo.
La periodista Laura Gómez Vega y el director de cine Alejo Moreno consiguieron un permiso único para embarcarse, como dos tripulantes más, en el viaje de instrucción que se realizó el año pasado. Durante la travesía –en la que salieron de Cádiz, surcaron el Mediterráneo y viajaron al Caribe y Nueva York, para cruzar después el océano Atlántico y regresar a Marín (Pontevedra)– se trazaron el objetivo de, cámara en mano, invitar al espectador a vivir una experiencia «tan bella y dura» como esta. «Su belleza, de hecho, parte de la dureza», asegura Moreno.
Esta es la sensación que comparten cada uno de los 259 protagonistas de esta cinta que compitió por la Biznaga de Plata al mejor documental en la pasada edición del Festival de Málaga . «Navegar es bello, muy bello, pero también es duro… más que duro», explica el cura del Juan Sebastián Elcano, Carlos García Recary , al que todos los guardias marinas llaman cariñosamente «Pater». Después de tres años embarcando en el buque, sabe que el primer día siempre sufre «una pájara» y se pregunta por qué se ha metido en una aventura como esta, donde «el riesgo siempre está presente».
Una «actividad frenética»
«La vida a 5 nudos» muestra «la frenética actividad» a bordo del velero, cuyo buen rumbo depende de la perfecta coordinación de un grupo de marineros, civiles, oficiales, suboficiales y guardias marinas, entre los que antaño estuvieron el Rey Don Juan Carlos y el Rey Don Felipe . Todos compartiendo una embarcación de 113 metros de eslora, donde la vida transcurre sin parar día y noche, con periodos de casi un mes sin ver tierra. Un tiempo en el que los jóvenes se quedan con la sensación de que «la instrucción previa no vale para nada, porque se ha recibido en un buque de guerra y éste no lo es. Llegamos aquí y lo aprendemos todo prácticamente de cero».
Pasan los días en alta mar disfrutando y padeciendo los reveses que implica navegar en un gran buque a vela, tal y como se hacía antaño, recorriendo miles de millas a una velocidad de cinco nudos, durante seis meses. Allí aprenden a manejar el tiempo, tan importante en un espacio tan pequeño y hostil, donde la vida transcurre a un ritmo muy diferente al de tierra. Se les puede ver durmiendo en estrechas literas a las que «cuesta acostumbrase», con apenas un palmo hasta de espacio el techo; haciendo guardias en la cubierta de cuatro a ocho de la madrugada, «con el frío, la lluvia y el viento acentuándose mucho»; realizando reparaciones en los mástiles a cincuenta metros de altura, «donde la inseguridad inicial se transforma en adrenalina»; calzando los platos con una simple miga de pan, para evitar que el vaivén del mar tire la comida al suelo; evacuando a un herido que, tras un golpe en la cabeza, quedó inconsciente; haciendo virar la embarcación, en una maniobra complicadísima que puede tardar media hora, y en la que hay que emplear a tres cuartas partes de la tripulación; reparando las maderas podridas del barco, o cosiendo las velas rotas por el temporal.
El cura «psicólogo»
«El mayor pecado que podemos cometer a bordo del Juan Sebastián Elcano es estar tristes. Hay que buscar motivos para estar feliz, aunque sea que ese día nos servirán flan o helado», comenta el cura, el hombre que, en palabras de Moreno a ABC, «hace las veces de psicólogo del buque», para apoyar a los jóvenes en la parte más complicada del viaje: la distancia con la familia. «Lo más duro es la incapacidad de los jóvenes para solucionar un problema que se ha producido en tierra. Para eso está el 'Pater', porque la distancia con la familia no tiene solución y no es lo mismo si no puedes estar al lado apoyando», explica.
En esa lucha, sin embargo, también hay espacio para hacer ejercicio, estudiar, charlar sobre las llamadas de los familiares, tocar la guitarra, jugar al dominó, cocinar, ver un partido de la selección española en una televisión sobre la cubierta o improvisar una pequeña fiesta, con banda incluida, hasta que es interrumpida por la lluvia. Así es la vida a bordo del buque escuela, que fue botado el 5 de marzo de 1927 , en Cádiz, convirtiéndose en todo un símbolo de España. El pasado 10 de enero emprendió un nuevo viaje de instrucción que, esta vez, le llevará a dar la vuelta a toda Sudamérica. «Estoy deseando ver a mi familia, pero estoy seguro de que, cuando baje de aquí, lo voy a echar de menos. Es una sensación agridulce», confiesa otro de los futuros oficiales de la Armada. El viaje de su vida ha llegado a su fin.