Crítica
Final de «GH VIP»: Gran sopor
En el desenlace del reality falló lo que ha brillado el resto del concurso, el guión
«Ha irrumpido a llorar», dijo Jordi González en la semifinal con la que Telecinco estiró su gallina del pijama morado. Se trataba, en efecto, de que la lágrima entrara violentamente en nuestro salón, contagiados del encuentro de concursantes y allegados. Imaginé la reunión de equipo:
-No nos quedan polémicas, jefe.
-¡Pues que lloren!
«¡Que voy en zapatillas!», protestó la Esteban, a la que no asaltó la duda preposicional, como a Baroja. Pero no se le otorgó el beneficio de la muda. Tampoco ella nos lo concedió en la final, otra vez de camiseta rosa.
Salió primero Coman, cuyo nombre describe el mandamiento principal de la casa, y a Belén y a Aguasantas se las llevaron en descapotables, para mantener la intriga en plató, como hacen en «Supervivientes» , que, de momento, es «Dientes, miembros y viceversa». No hubo la emoción del duelo Ares-Belén, cuando se dieron la vuelta los porcentajes. Ni se mostraron. «Aburrimiento máximo», diría Ylenia, la Rapunzel del chonismo.
En el desenlace falló lo que ha brillado el resto del concurso, el guión, y sobraron vídeos repetidos y diferencias ya dirimidas. Poco televisiva fue la entrada a un tiempo de las finalistas. Imposible discernir para quien eran los abucheos.«¿Está el Migue?». «¡Claro!». El día anterior, repetía «algo pasa con Migue» y la visualicé en la ambulancia con la mecha enhiesta. «He demostrado que Belén Esteban está bien y que se puede», sentenció. Con Hormigos y Portero, en lugar de concretar, concretó. Ganó la rubia (67,9 por ciento) -«¡mamá!»- y habrá quien piense que, más que de convivencia, este ha sido un reality de connivencia.
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