«Autómata»: impresoras 3D, robots españoles, Asimov y Antonio Banderas

El director Gabe Ibáñez se lanza con un género, la ciencia ficción, casi inédito en nuestro país

«Autómata»: impresoras 3D, robots españoles, Asimov y Antonio Banderas

pablo pazos

Rascacielos, bruma, gigantescos anuncios... Suena familiar, ¿verdad? El arranque de « Autómata » evoca poderosamente al de « Blade Runner », pero su director, Gabe Ibáñez (Madrid, 1971), resta peso a la obra magna de Ridley Scott («esas atmósferas ya las tienes en Moebius»). En cambio, asegura que bebió de otras fuentes, de «ese cine que se hacía en los 60 y 70, la época clásica de la ciencia ficción, en la que los temas y los conceptos filosóficos eran importantes». Queda claro: «Autómata» no es «Blade Runner» a la española.

[ Crítica de «Autómata» de Oti Rodríguez Marchante]

Ibáñez, que charla con HoyCinema sobre la película antes de su estreno, el pasado viernes, lanza referentes: « La amenaza de Andrómeda », « El planeta de los simios », « Colossus: el proyecto prohibido ». Y se explaya: «Películas entretenidas en clave de thriller con elementos de género pero que tenían un trasfondo filosófico, y utilizaban los paradigmas de la ciencia ficción para hablar del único tema importante en la ciencia ficción, que es el ser humano». El modelo que, junto a sus guionistas, siguió para su criatura.

Pero antes de todo esto, en el principio, fue el artículo en una revista de tecnología que recibió de manos de su novia. «Se hablaba de una impresora 3D capaz de construir prácticamente todas las piezas necesarias para construir otra impresora 3D igual que ella. Ese concepto de una máquina autorreplicándose, de alguna manera reproduciéndose, me pareció muy inquietante». El cerebro del cineasta comenzó a funcionar y a evocar recuerdos de niñez: «Mi abuelo leía muchas novelas de ciencia ficción clásica, Asimov, Lem, y yo me había criado en esa cultura». Así empezó a tomar cuerpo «Autómata».

El resultado fue un filme en el que Antonio Banderas , protagonista y productor del filme, interpreta a un hombre quemado con su trabajo, el de controlar que no se desmanden los autómatas a los que los humanos, diezmados y recluidos en un puñado de ciudades, tras un holocausto nuclear, encargan las tareas menos gratas. «Te encuentras que no solo el mercado español, sino el mercado mundial no quiere hacer este tipo de ciencia ficción», explica Ibáñez. «La que se hace ahora es un género que está muy mezclado con el fantástico, es muy difícil encontrar ciencia ficción pura o clásica, de repente Capitán América parece ciencia ficción. Pero con la presencia de Antonio Banderas como productor, sus contactos, buscando debajo de las piedras, al final encontramos la persona interesada en producir».

Auténticos robots españoles

Superado el escollo de encontrar la financiación, y colocado ante el desafío de estrenar una película española de ciencia ficción, una auténtica rara avis, Ibáñez no dejó de complicarse la vida cuando llegó el momento de crear uno de los elementos claves de la película: los androides. «Básicamente existían dos posibilidades: hacerlos digitales, que es como los hace ahora todo el mundo, o físicos, que es una técnica que está un poco en desuso, y por eso es más complicada, para mí como director y para los fabricantes. Pero al final nos decantamos por los tradicionales y construimos los robots, los diseñamos en España, con equipo español, con científicos españoles asesorándonos a nivel tecnológico», explica el director.

Una decisión de la que no deja de felicitarse. «Le da una personalidad especial y tienes un objeto físico que está con los actores cada día. Y eso es un nivel de realidad que es imposible conseguir con el digital», detalla Ibáñez. Y pone un ejemplo: «La secuencia en la que Antonio baila con Cleo [un robot femenino] se rodó en la semana 5. Después de cinco semanas en que se veía con Cleo todas las mañanas, no es que fuera una actriz, pero era un personaje, tenía una entidad, había adquirido una personalidad. Y en esa secuencia Antonio no está agarrado a un objeto digital inexistente, está agarrado a un objeto que es Cleo. Eso nos ha hecho aprender mucho sobre el valor de los efectos tradicionales, el valor de lo real en relación con lo digital, que también hemos utilizado mucho, pero para otras cosas».

Decadencia y optimismo

«Autómata» dibuja un futuro descorazonador, en el que la raza humana se ha visto reducida a un puñado de temerosos individuos que escapan como pueden de la radiación. Un futuro imaginario... ¿y factible? «Prácticamente todo lo que aparece se puede ver en un telediario: la pobreza, los guetos, las ciudades divididas por muros, la violencia del ser humano, el declive medioambiental, todo está ahí», razona Ibáñez. «Incluso el surgimiento de la inteligencia artificial, que está dando pasos cada día, y cada vez hay más mentes brillantes que están pidiendo controlarla, porque no sabemos qué va a pasar cuando crucen la línea. En nuestra película la línea se cruza y los robots son pacíficos, intentan preservar la vida humana, pero no sabemos si eso va a ser así. Sí que hay muchos paralelismos [con la realidad] y me alegra que la gente los encuentre, porque es lo que vincula la ciencia ficción realista con lo que nos pasa», proclama.

El filme, sin embargo, está lejos de ser una oda al pesimismo. «Por un lado hablamos de que el futuro está en decadencia, pero por otro de que la vida se abre camino. Tenemos un mensaje muy vitalista, son los robots y el ser humano los que luchan por la supervivencia». Nuestras horas, es inevitable, están contadas. «Puede ocurrir, de hecho es muy probable, ninguna especie ha habitado el planeta para siempre, que el homo sapiens desaparezca del planeta en algún momento. A ver si para entonces hemos tenido suerte y nos podemos ir a otro planeta. Pero en algún momento va a colapsar, es inevitable. No creo que vaya a ocurrir en el año 44, como se plantea en la película. Como decía Carl Sagan, lo más terrorífico del universo no es que sea hostil hacia nosotros, es que es indiferente».

[Vídeo: Carolina Mínguez]

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