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¿Qué tiene Ana Blanco para perdurar?

Las noticias le fluyen, salen de ella, pero no hay una subjetividad fuerte al otro lado del televisor

¿Qué tiene Ana Blanco para perdurar?

Hughes

La prosa del BOE, el Gobierno de España, la retórica parlamentaria del tertulianés, el Estado de las Autonomías, el estilo socialdemócrata latino y... Ana Blanco. Más de veinte años lleva presentando telediarios doña Ana, que empezó con la inolvidable Francine Gálvez. Ya no estaba Rosa María Mateo, con su aire de feminista seriedad. Ana Blanco era un socialismo atenuado que pudo incorporar fácilmente el arriolesco seguidismo comunicativo del PP (la alternativa, francamente, pudo ser peor).

¿Se acuerdan ustedes de esas imágenes de recurso con las que los telediarios daban las cifras del PIB, la EPA o el IPC? Salían unos muchachos con destornilladores, obreros con mono azul, torneros fresadores y pacientes ciudadanos en limpias oficinas del INEM. Pues hasta esas imágenes del español estadístico, de míster per cápita, desaparecieron mientras seguía ella, mírala, mírala, dándonos el parte. Algo del estilo de entonces, holgado y hombrón, se le quedó congelado en los trajes chaqueta.

¿Qué talento tiene para no molestar y haber conseguido el tono exacto que comparten unos y otros? Las comunicadoras tienen ahora un aire cortante, afilado y hermoso. Tienen ojos clarísimos (carboneros), pómulos como líneas rojas de un programa y dan la información con una mezcla de belleza y énfasis que implantó la actual Reina. Blanco, con su flequillo de atrezzo del ente (cualquier día se lo arranca un sindicalista), nos da la noticia como una máquina expendedora da los buenos días.

Al llorar con el pinganillo puesto , María Casado reveló la esquizofrenia oficial. ¿Pero qué tiene Ana Blanco para perdurar? ¿Qué talento explica este busto oficial, busto sereno de etrusca, vestal del parte, NODO con forma de prima soltera o imagen del régimen bifronte?

Para no reflejar tendencia alguna ni cambiar cuando todo lo demás cambia, Ana Blanco ha empezado por no cambiar ella misma. Se mantiene estable, invariable e imperturbable. El día que cambiase de look advertiríamos su presencia. En realidad, ese es un mérito: no hacerse notar. Da las noticias desde una especie de profunda impersonalidad. Las noticias le fluyen, salen de ella, pero no hay una subjetividad fuerte al otro lado del televisor.

La España oficial, transitiva y bipartidista ha sido ella. Blanco está orgullosa de dar una imagen de periodista más que de presentadora. Es esa rara profesión que es ser comunicador y que tiene a la credibilidad como máximo atributo. Ha sido nominada diez veces al premio de mejor comunicadora de informativos por la Academia de Televisión de España . Tiene cinco galardones y dos Premios TP (claro que Matías Prats tiene ocho).

¿Nos creemos realmente al presentador del Telediario de TVE o en ella se trata más bien de la cualidad de no incomodar, de ser una comunicadora estadística, mediana, modal y suave?

Los presentadores de noticias deslizan alguna vez una mirada sobre el contenido de su noticia. No pueden apostillar, no pueden opinar, pero la neutralidad se les hace imposible y por el ceño dejan saber su postura o lanzan la miradilla condenatoria tras haber dado su noticia. Ana Blanco, al contrario, da las noticias con una regularidad facial, una impasibilidad muscular prodigiosa. Ni ceño ni mirada.

Otro rasgo suyo es que no resulta musical de una forma significativa. Tiene un tono para las noticias serias, o las tragedias, que podríamos llamar «tono grave» y otro relajado que no llega a ser el estilo cantarín de las noticias frivolonas de otros noticieros. Es un tono suave, casi optimista, sin excesiva familiaridad. Levemente cordial. Y aunque tiene una propensión a la sonrisa, a la noticia risueña, no alcanza, desde luego, los tonos dicharacheros de un Matías Prats. Con él, por cierto, hizo pareja durante un tiempo. Aunque su primera pareja televisiva fue Agustín Bravo en «Zip, Zap», una agenda cultural.

En Blanco se valora también el trato al idioma. Se percibe en ella una simplicidad difícil y gran corrección sintáctica. Trata de no alterar la acentuación de las palabras; no retuerce las oraciones con esa especie de torsión noticiosa del periodista enfático.

Estudió Pedagogía

No es periodista de formación sino de deformación: estudió Pedagogía. En una entrevista habló de ello: «El mundo de la educación me sigue gustando. Y me sigo llevando fenomenal con los niños. A veces me dicen por la calle: "Tengo un niño pequeño que cuando te ve en el telediario aplaude". Me hace mucha ilusión. Él sí que reconoce a la pedagoga que hay en mí”. ¿Y si ese fuese el secreto? ¡El tono infantil que reconoce el niño! ¡El parte pedagógico!

En su libro, Urdaci reveló algo del lado humano de la presentadora. Siempre según su versión, Blanco se habría quejado por el ascenso en la casa de Letizia Ortiz. Celos profesionales, algo habitual, en los tiempos de la Guerra de Irak. Lo curioso es que el libro de Urdaci hablaba de una Ana Blanco muy insegura en lo personal que, sin embargo, era capaz de un control absoluto de sí misma en pantalla. Urdaci subrayaba una condición excepcional de la periodista: la capacidad de sometimiento de todo su ser-Ana-Blanco a la noticia, a la objetividad y/o credibilidad entendidas como una impasibilidad zen.

Es difícil recordar el desasosiego tras uno de sus telediarios. Transmite una sensación de continuidad, de estabilidad. De futuro.

Tras décadas en la Primera Edición, en la actualidad presenta el «Telediario 2». Hay una web de fans de Ana Blanco que no está operativa y un blog que mantiene activo un admirador -ser fan de Ana Blanco es extraño, parece casi contrario a la condición de fan y a la propia naturaleza de Ana Blanco-. El blog se encabeza con una frase de la periodista sobre el telediario: «Para mí, el telediario es un reto cada día, un misterio, porque es un programa muy vivo». Una entrada del blog se titula: Ana Blanco, ¿costumbre o tradición?

En más de una ocasión ha afirmado que no recibió presiones políticas. Credibilidad será que no lo pongamos duda.

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