Diane Keaton: el secreto de la elegancia madura
La musa de Woody Allen, que acaba de estrenar «Así nos va», ha sabido adaptar sus papeles al paso del tiempo
Los papeles de Diane Keaton en el cine han ido cambiando a medida que cambiaba la fisonomía de la propia actriz. Detractora radical de la cirugía estética, el rostro sonriente de esta angelina de 68 años ha ido encajando como un guante en los papeles de su vida: el ligue imposible de Woody Allen en « Annie Hall », la esposa abnegada de Al Pacino en la saga de « El Padrino », la madre madura de «El padre de la novia», la ejecutiva experimentada de « Morning Glory »... y así hasta llegar a los personajes con edad de abuela, como el de la película que estrena este viernes (« Así nos va », de Rob Reiner ). Es una comedia agridulce en la que comparte cartel con Michael Douglas.
[ Crítica de «Así nos va» , de Oti R. Marchante]
«No me gusta la vida nocturna. Me gustan las mañanas, me gusta vivir de día», decía Keaton mientras recibía a ABC en una reciente entrevista. Avanzaba precisamente la mañana en Zúrich, la capital financiera de Suiza. Horas más tarde la actriz iba a recoger un galardón a toda su carrera en el festival de la ciudad, y temía el momento de tener que leer el discurso. «¿Que qué pienso de estos premios? Que es un honor recibirlos... pero que también son un recordatorio. Te recuerdan que ya has alcanzado un cierto momento de tu vida, ¡y que lo has hecho bastante bien!, pero inmediatamente después piensas que todo se va a acabar», afirmaba torciendo el gesto.
«Así nos va» sigue la estela de las cintas fabricadas para ese público de edad avanzada, eminentemente femenino, que sigue llenando las salas de cine. Diane Keaton no titubea al afirmar que sí, que hay películas que se hacen por placer... pero que hay otras se hacen principalmente por dinero. «Mire, básicamente a los actores se les contrata. A menos que se trate de gente como Michael Douglas que es un gran productor, muy inteligente. Pero yo... yo soy una actriz a la que se puede contratar. ¿Cómo me voy a ganar la vida si no? ¡No me la voy a ganar escribiendo libros! Ni siquiera con alguno de mis hobbies, como arreglar casas para venderlas...».
No sabe repetir las tomas
El Golden Icon Award, que el Festival de Zúrich ha concedido a una mujer por primera vez, provoca que la Keaton eche la vista atrás, hasta los comienzos de su carrera. Hasta aquellos días en los que hacía teatro escolar y cantaba en night-clubs. «Siempre he sentido la pasión por actuar» -dice contundente-, «siempre he querido hacerlo. Desde pequeña quería actuar, ser la elegida. Pero al principio no fue nada fácil, porque yo no era la típica chica a la que le daban automáticamente el solo en las números musicales. ¡Me lo tuve que trabajar! Y una vez que aprendes a trabajar ya no paras. El trabajo ha sido una gran solución para mi vida, ha sido una gran distracción y me ha evitado caer en la depresión. ¡Porque he estado activa!».
La fama de Diane Keaton (nacida «Hall», como el personaje que para ella ideó Woody Allen) se forjó en los setenta, cuando corrían los rumores entre los cineastas sobre su alocada forma de trabajar. «A medida que el tiempo pasa te vuelves más rígida a la hora de defender tus ideas, y también más intransigente con cómo quieres que te traten en los rodajes». Y lo explica mediante un ejemplo: «Me gusta hablar con los directores... ¡tienen que saber cómo soy! Me gusta juguetear, soy un desastre. Por ejemplo, si en una toma me dicen que coja este vaso así, que sonría y que diga '¡hola!', a la segunda lo voy a coger de otra manera y voy a decir otra cosa. ¡No puedo hacer lo mismo dos veces!».
Y cerrando el balance... ¿cómo la ha tratado Hollywood? «¡Genial! ¡Totalmente genial! Aquí estoy, hablando con usted. Es un sueño hecho realidad. Como actor no es fácil encontrarse a uno mismo, pero no creo que sea más difícil que en cualquier otra industria. ¡O en la bolsa! O en su trabajo de periodista: usted es un elegido».
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