La especie vegetal más invasiva del planeta llega a la Antártida

«Allá donde va el hombre, esta gramínea le sigue: la podemos encontrar fácilmente creciendo incluso entre las grietas de las aceras de Madrid», advierten desde el Museo de Ciencias Naturales

Una investigación del MNCN predice los niveles de peligro medioambiental que supone la expansión de pastos europeos en la Antártida LUIS R. PERTIERRA

NATURAL

Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), en colaboración con la Australian Antarctic Division , han realizado un modelo de la distribución geográfica de dos especies de gramíneas Poa pratensis y Poa annua , conocidas porque, gracias a su capacidad de adaptación, se utilizan mucho como pasto para campos de golf o de fútbol. Y han descubierto que su plasticidad es mayor incluso de lo que cabía esperar. Ambas especies han llegado hasta la Antártida , un área del planeta que se encuentra fuera de su rango climático conocido.

En la Antártida apenas hay dos plantas vasculares nativas, el pasto y el clavel antárticos

«Podemos esperar que las especies de amplio rango de tolerancia climática y una larga historia de coexistencia con el ser humano sean capaces de seguirle donde éste vaya», señala Miguel Ángel Olalla-Tarraga, investigador de la URJC. La expansión hacia la Antártida puede deberse, por un lado, a que estas especies podrían haberse ido adaptando a nuevas condiciones . Otra posibilidad es que simplemente este potencial ya era inherente a ellas, pero no se podía dilucidar a partir del rango conocido antes de dichas invasiones. «Las poblaciones antárticas de estos pastos europeos están expuestas a condiciones ambientales distintas a las del resto del mundo, y aun así son capaces de soportarlas», explica Pedro Aragón, investigador del MNCN.

En base a las predicciones de cambio climático , los investigadores apuntan a que el ecosistema antártico pueda ser cada vez más vulnerable a nuevas invasiones que lo transformen, alternando los delicados equilibrios fruto de millones de años de aislamiento.

Luis R. Pertierra, también investigador del MNCN y líder del trabajo, señala que «identificar los lugares más favorables para el establecimiento de especies no nativas , nos permite establecer controles en estos puntos de entrada y así actuar de manera preventiva y minimizar las alteraciones de los ecosistemas antárticos».

Asimismo, un reciente trabajo del mismo grupo de investigación en la URJC ha registrado la creciente huella humana en el continente blanco. «Seguir construyendo modelos cada vez más eficaces nos permitirá anticipar los cambios. Asimismo, al identificar los factores de riesgo podemos desarrollar estrategias preventivas y minimizarlos, preservando la singularidad estos parajes únicos frente a la creciente homogeneización del planeta que causa el hombre», destaca Olalla.

Especies invasoras presentes en la Antártida

En la Antártida apenas hay dos plantas vasculares nativas, el pasto y el clavel antárticos. Es un mundo dominado por líquenes y musgos debido a sus duras condiciones ambientales y aislamiento geográfico. Las gramíneas europeas tienen una larga historia de convivencia con la actividad humana y posiblemente están pre-adaptadas para beneficiarse de las alteraciones antrópicas, así como para dispersarse con la ayuda del ser humano. Por ello, los pastos propios de montañas alpinas pueden ser uno de los más agresivos colonizadores de nuevos ambientes fríos como la Antártida, un área del planeta relativamente vírgen, que hasta hace poco eran de difícil acceso.

Los pastos propios de montañas alpinas pueden ser uno de los más agresivos colonizadores de la Antártida

En concreto, la Poa annua es considerada quizás la especie vegetal más invasiva del planeta. «Desde la Antártida hasta los jardines del desierto australiano, allá donde va el hombre, Poa annua le sigue y la podemos encontrar fácilmente creciendo incluso entre las grietas de las aceras de Madrid», apunta Luis R. Pertierra. Por otro lado, la Poa pratensis fue erradicada en el marco del proyecto de investigación ALIENANT tras más de 60 años de permanencia en la Antártida. La extrema plasticidad que presentan estas especies hace que se extiendan a todos los continentes en un amplio rango de condiciones.

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