ecodestino

El sendero de la biodiversidad

Bodegas Campo Viejo, una histórica apuesta por la sostenibilidad que la sitúa como referente vitícola y ambiental

Inconfundible escultura entre las vides en bodega Campo Viejo Ch. B.

Charo Barroso

En 2011 fue la primera bodega en certificar su huella de carbono. Le siguieron sellos como «Calculo, Reduzco y Compenso», el «Sistema de Gestión Energética ISO 50001» o el «Wineries for Climate Protection» que la avala como la primer bodega de España en certificar su sostenibilidad ambiental. Pero al margen de sellos o títulos, la apuesta por la sostenibilidad de Bodegas Campo Viejo es algo que está en su ADN desde hace mucho tiempo. A las afueras de Logroño, entre campos de viñedos, encontramos un vanguardista edificio diseñado por el arquitecto riojano Ignacio Quemada.

Una construcción que se mimetiza a la perfección con el paisaje y donde la estructura principal se encuentra bajo tierra. Todo está estudiado al milímetro para fomentar la economía circular, la eficiencia energética y el ahorro de recursos. «El soterramiento permite una temperatura estable, sin necesidad de refrigeración artificial. Todo está monitorizado para controlar el gasto, y la generación de emisiones es prácticamente nula al no utilizar combustibles fósiles y nutrirse de eléctrica cien por cien renovable. Incluso el calentamiento de algunas zonas como el centro de visitantes proviene de energía geotérmica», señala Estíbaliz Torrealba, responsable de Desarrollo Sostenible en Pernod Ricard Bodegas.

CO2 y fotosíntesis

El ahorro de agua es también importante: cada botella de vino producido consume unos 0,76 litros frente a los 2,2 de la mayoría de las bodegas y además es reutilizada para regadío. En el diseño del edificio y en la apuesta por la sosteniblidad ha sido indiscutible la experiencia de la enóloga Elena Adell, que lleva casi toda una vida ligada a esta bodega. «Las uvas entran aprovechando la fuerza de la gravedad. Se mueven por sí mismas, algo que reduce el uso de vehículos para transportarlas. Y desde un inicio se pensó en las grandes cantidades de CO2 que se liberan en el proceso de fermentación, de manera que gracias a un sistema de conducción se llevan desde un túnel subterráneo hasta un bosque que rodea a la bodega, donde es absorbido de manera natural por las plantas en su proceso de fotosíntesis».

Mario Ezquerro, responsable de viticultura de la bodega tiene claro que «tenemos que reaccionar ante el cambio climático antes de que sea tarde. Las viñas tienen que aprovechar los recursos del entorno, en sistemas ecológicos equilibrados, y ahora tenemos experiencia y tecnología para hacerlo». Así lo explica mientras avanza por el «Sendero de la biodiversidad» que discurre entre los viñedos.

Mario Ezquerra y CH. B.

Hotel de insectos y feromonas

Un recorrido con el que los visitantes pueden conocer de primera mano el compromiso ambiental de Campo Viejo. Lo primero: un alcornoque, símbolo de la apuesta por tapones de corcho natural para cerrar las botellas de vino. Luego un encinar que da cobijo a murciélagos y otras aves beneficiosas para el viñedo. De sus árboles cuelgan cajas nido, construidas con madera certificada procedente de bosques gestionados de manera sostenible que dan cobijo a a autillos, abubillas, carboneros, lavanderas, colirrojos.... Con ellas se contribuye a paliar la escasez de huecos donde anidan aves insectívoras, que ayudan en el control biológico y sostenible de las plagas de insectos, topillos y otros roedores. Más adelante, un majano de piedra, montones de cantos rodados que sirven de refugio a largartijas, sapos, lagartos... Y un hotel para insectos construido con materiales reciclados que favorece el hábitat a especies para limitar el uso de productos fitosanitarios. También se han colocado atalayas para aves rapaces que controlan la población de topillos, ratones o conejos.

Mario Ezquerra se detiene en una zona donde se han instalado feromonas de confusión sexual, una práctica ecológica y sostenible para el control de plagas, e insiste en la importancia de la colaboración entre los agricultores. Para ello cuentan con una red de estaciones climáticas repartidas por toda la región, que dan información sobre pluviometría, humedad del terreno, velocidad del viento... y hasta presencia de plagas, que permiten a los viticultores tomar las mejores decisiones agronómicas

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