UNESCOMED CENTER Entrevista a las científicas Roser Maneja y Mari Carmen Romera
«Las reservas de la biosfera son territorios Next Generation UE»
Los científicos reclaman un lenguaje más vinculante y punible para los países que no cumplen los compromisos ambientales
Desde el programa Persona y Biosfera (MAB) se anima a que en el 2030 el planeta debería tener un 30% de su superficie terrestre y marina protegida y un 10% de estricta protección. En la actualidad, todas las reservas de biosfera suman 7 millones de kilómetros cuadrados, que es la superficie de Australia, lo que corresponde al 6,5% del total de la biomasa terrestre, mientras sólo el 1,5% del planeta está estrictamente protegido. España es el país campeón con casi el 14% de territorio protegido, aunque heterogéneamente repartido. Tras la movilización científica en reclamación de cambios en el modelo económico global, entrevistamos a las científicas Roser Maneja y Mari Carmen Romera. La primera es la directora adjunta y de investigación del programa de bioeconomía y gobernanza del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC). Discípula del afamado naturalista Martí Boada, que puso las bases científicas hace nueve años del Centro Internacional Unesco para las Reservas de Biosfera Mediterráneas (UnescoMed Center) que gestiona la Fundación Abertis en el castillo de Castellet (Barcelona), la doctora Maneja acaba de traspasar la coordinación técnica del Centro UnescoMed a la también doctora Mari Carmen Romera.
—¿Vamos por el buen camino para conseguir en el 2030 el objetivo del 30% de protección del planeta?
—Roser Maneja (RM). Tener más porcentaje es un buen indicador porque necesitamos figuras de protección ante la crisis de biodiversidad que atravesamos, pero no es suficiente. En Europa hay 302 reservas de biosfera, en Asia 142, en América Latina y Caribe 125, en África 70 y en el área de los estados árabes 30. Y surge la pregunta: ¿Europa con 302 reservas tiene más biodiversidad y más necesidades de conservación que el resto del mundo? La respuesta es obvia e indica que en esta distribución mundial también hay una cierta desigualdad entre norte y sur y en cifras no es directamente proporcional el área protegida con la biodiversidad necesitada de protección. Vamos bien, pero hace falta mucho más que porcentajes y números.
—¿Qué más hace falta?
—RM. Requiere de un análisis más profundo. Respecto al porcentaje del 30% de protección general y 10% específica, distinguiría entre las medidas cualitativas y cuantitativas. Muchos científicos plantean que habría que estudiar hasta qué punto ese porcentaje que ha aumentado es conservación efectiva.
—¿Qué España sea campeona en reservas de la biosfera, con un 14% de territorio protegido, nos acerca a esa meta?
—RM. Mirando el mapa de las 53 reservas españolas, que supone entre el 13 y el 14% de territorio protegido, vemos que su distribución es desigual, al producirse una concentración en la zona norte Cantábrica y, por ejemplo, Valencia no tiene ninguna y Cataluña dos, cuando la diversidad de paisajes y de especies/biomas de toda España es de un extraordinario valor. Los paisajes y la biodiversidad, por suerte, no entienden de barreras administrativas.
—¿Ligar las zonas protegidas con el desarrollo sostenible es la vía?
—RM . Entendido en su máxima aplicación, sí, porque hemos pervertido el concepto de desarrollo sostenible. Esa es la finalidad de las reservas de biosfera, que no pueden quedar como un concepto del siglo pasado, cuyo origen combina conservación y el desarrollo con sus comunidades; deben ser laboratorios vivos y dinámicos para implementar la complejidad que tenemos de forma dinámica y cambiante. Son territorios para innovar, experimentar y aplicar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Territorios pilotos para implementar nuevas aproximaciones desde el campo de la bioeconomía y, por lo tanto, objetivos de inversión de los fondos Next Generation UE. Un pequeño microcosmos donde se producen todas las casuísticas.
Mari Carmen Romera (MCR). Son territorios donde implementar nuevos modelos de gobernanza y de toma de decisión, laboratorios pequeños y permiten la experimentación que a gran escala cuesta tener, para ver su capacidad de adaptación a las nuevas realidades del siglo XXI, que son más complejas, cambiantes y severas. Son también importantes laboratorios de la economía del patrimonio, al poner en valor y compatibilizar el espíritu identitario de la población que las habita, porque puede vivir de sus territorios a través del turismo y de los productos artesanales y locales.
—La pandemia y ahora la guerra en Ucrania ¿desenfocan los objetivos de desarrollo sostenible y la emergencia climática?
—RM. Con la pandemia vemos la dependencia que tenemos de productos externos, sobre todo en el sector energético, pero también primario, y con la guerra, además de las terribles implicaciones humanitarias, se ha puesto de manifiesto su repercusión en las políticas del sector primario, como la necesidad del maíz o aceite de girasol que se importa y que son ejemplos de la locura de nuestra sociedad que padece de una dependencia extrema exterior. Las reservas de la biosfera pueden liderar el cambio hacia un modelo de producción sostenible y de kilómetro 0. No todas las reservas pueden proporcionar maíz o aceite girasol, pero pueden ser modelos de producción de energías renovables.
—¿Cómo aprovechar la marca de las reservas de la biosfera más allá del turismo sostenible y de alimentos de calidad y km 0?
—RM. El turismo sostenible y de proximidad es motor de desarrollo y de obtención de recursos para los habitantes de las reservas de la biosfera. Pero también para captar y retener talento y que las reservas sean espacios que eviten los desplazamientos forzados, las migraciones humanitariamente desastrosas como las que ocurren en el Mediterráneo. En suma, que sean motores de atracción de empleos de calidad, remunerados y coherentes y que ayuden a que los jóvenes no se tengan que ir de su propio país y se puedan quedar a trabajar en buenas condiciones.
—MCR. Para lograr esta retención de conocimiento, mi experiencia en la reserva marroquí Arganareda de una superficie casi como Cataluña donde viven 3 millones de habitantes y existe una gran diferencia entre el norte del bosque de argán y el sur, indica la importancia de la parte identitaria, que la población se sienta vinculada ancestralmente con el territorio de forma emocional, además de racional y pragmática, porque si se les permite su desarrollo económico, no dudan en quedarse al preferir la calidad de vida en su tierra a tener mucho dinero con desarraigo. Las reservas de la biosfera nos recuerdan la importancia de la escala, en el sentido de hacer viable la aplicación de energías renovables, de agricultura ecológica, etcétera.
—RM. La escala es importante porque te permite trabajar a nivel de laboratorio para reducir la complejidad y, a la vez, permitir su escalabilidad y conexión. Por sí misma es importante, pero también lo es la red de reservas porque se pueden intercambiar conocimiento y las buenas y malas prácticas como hacemos en el ámbito del Mediterráneo.
—MCR. La conectividad y el trabajo en red está en el debate científico sobre las reservas de biosfera porque son indicadores de gobernanza imprescindibles, tanto internos como entre reservas. Hay sumas que multiplican.
—¿Cómo lograr una mayor colaboración público-privada como la que ejemplifica la UNESCO, el reino de España y Fundación Abertis con las Reservas de la Biosfera Mediterráneas?
—RM. No se puede gestionar la complejidad y la incertidumbre sin alianzas entre la esfera pública, la academia, las empresas y la ciudadanía. En ciencia no sabemos cómo incorporar la incertidumbre en la toma de decisiones sin la complicidad de todos los actores No todos tienen que pensar igual, pero debemos buscar en qué podemos sumar unos y otros y transferir conocimiento. Con el precedente de la Fundación Abertis y la Red de Reservas de Biosfera Mediterráneas desde el CTFC hemos empezado otras cátedras con otras empresas privadas.
—¿Qué falta para trabar más alianzas?
—RM. Nos faltan perfiles de personas que hagan de puente entre instituciones, que entiendan el lenguaje científico y también el de la administración y de la empresa privada, sin anteponer intereses lícitos, por distintos intereses y también falta conocimiento y ciencia en las administraciones, que son lasque acaban tomando decisiones. Resulta poco eficiente no estar alineados en promover diálogos y ser receptivos a las críticas y al conocimiento de las diversas esferas.
—MCR. No es tanto falta de diálogo, sino falta de espacios físicos y temporales donde se pueda producir. Incluso con intereses contrapuestos se pueden encontrar vías de colaboración. El Centro Internacional para las Reservas de Biosfera Mediterráneas es un ejemplo en pequeño. Hay mucho por hacer y es factible hacerlo sin ser muy idealista en la actual situación de incertidumbre. Los casos de éxito se producen gracias a la transparencia y al respeto de los intereses en un marco de voluntad de entendimiento.
—RM. En el caso de la Fundación Abertis siempre han respetado la independencia científica y académica y han apoyado todas las iniciativas. Esta combinación de respeto intelectual mutuo y de apoyo es una alianza ganadora que intentamos replicar con la promoción de cátedras con otras empresas privadas para reforzar y avanzar en el desarrollo de la colaboración científica con el mundo de la economía y romper los tabús. Es el caso de la cátedra para la investigación aplicada a los sistemas esteparios y su conservación en zonas de implantación de plantas de producción renovables con la fundación de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y el CTFC con el apoyo de Total Energies.
—¿Habría que convertir el programa Hombre y Biosfera (MaB) en ley universal?
—RM. Me gustaría que se utilizase persona y no hombre porque las reservas de las biosferas deberían ser territorios inclusivos. Los principios del programa MAB, que consisten en trabajar conjuntamente para asegurar la conservación y el uso sostenible para esta y futuras generaciones, deberían ser vinculantes en las políticas públicas y de gestión del territorio para asegurar su conservación, el uso de los recursos y una calidad de vida justa y equitativa para los que viven dentro de estas zonas. Se trata de un principio universal basado en la solidaridad y la ecología. No sé si debería ser una ley universal, pero sí que esos principios sean vinculantes.
—MCR. Muchas veces es más importante cómo se hace algo a el qué se haga. Los propósitos y filosofía que hay detrás del programa MAB, bien implementados, son más que recomendables, pero ojo con imponer, porque en las culturas mediterráneas se crean rechazos a iniciativas interesantes y positivas que se han aplicado inadecuadamente generando efectos contraproducentes. Entre las reservas de la biosfera internacionales hay marcos legales y jurídicos nacionales que están 100% alineados con la Unesco, pero muchos países no los tienen adaptados. En comparación con otros países, España es un ejemplo legal inclusivo de los parámetros compatibles con Unesco. Lo que falla es en implementar la conexión y los lazos de confianza con la población local de base.
—¿Cuántas reservas de biosfera hay hoy en el Centro UnescoMed? ¿Se incluye el Valle de Arán?
—MCR. Tenemos 68 reservas en el Centro UnescoMed. Valle de Arán es una candidatura presentada a Unesco aún no evaluada, pero hemos ofrecido apoyo y tiene opción de ser incluida por su importancia de conexión inter peninsular con el Mediterráneo. El Centro empezó incluyendo reservas con marcado carácter mediterráneo y lo estamos convirtiendo más inclusivo de los países ribereños mediterráneo que muestren interés y proactividad. En Andorra también se ha declarado Ordino como reserva de biosfera.
—¿Es suficiente la educación medioambiental que se imparte en la actualidad?
—RM . Además de conocer el medio y el patrimonio que tenemos y ser conscientes de la riqueza para así amarlo, debemos darle a la educación ambiental un toque de modernidad con el uso de nuevas herramientas. Urge hacer la transición digital, porque las nuevas generaciones funcionan con estándares de contenidos rápidos. Las reservas de la biosfera deben de ser pioneras y que instagramers y youtubers ofrezcan nuevas maneras de transmitir el mensaje.
—La falta de gobernanza y las deficiencias en su implementación son las asignaturas pendientes? ¿También en España?
—MCR. Son dos debilidades prioritarias del programa Unesco MAB que también suceden a escala mediterránea y española. Para que la gobernanza sea ideal, todos deben tener intereses en consonancia, niveles de transparencia, colaboración y confianza. Pero estamos aún lejos de ir todos a una y entendernos todos los actores involucrados: la economía, los políticos, las comunidades locales, etcétera. Todos deben estar dispuestos a navegar en la incertidumbre y hay jerarquías que, aun existiendo voluntad, evolucionan muy lentamente en las instituciones, igual que en las empresas, porque la burocracia y las estructuras lo ponen muy difícil.
—¿Qué cambios se están produciendo en las reservas mediterráneas y cómo afectaría el aumento de 3 grados de la temperatura?
—MCR. El Mediterráneo registra efectos más acusados mucho antes de que se notaran cambios en otras regiones. Las reservas ribereñas dependen más del turismo o de la agricultura, actividades que son las primeras en verse afectadas más que el resto de sectores. Los problemas serios se producirán cuando poco a poco suba el nivel del mar.
—¿Estamos ante un código rojo para la humanidad?
—MCR. Tenemos que aprender a gestionarlo y, en lugar de caer en pánico, tomarlo de forma proactiva. Como dice Jorge Riechmann, hay que hablar de fracasar mejor, sobre todo tras dos años de pandemia. Es necesario que lo hagamos cada uno de nosotros en el plano individual, profesional y como colectividad. Si alcanzamos una suficiente masa crítica, mejoraría la situación.
—RM. No podemos seguir con el modelo de crecimiento y de contaminación actual porque nos va la salud. Me cuesta entender cómo las agendas políticas y los acuerdos no van en esta dirección, porque al final el planeta puede vivir perfectamente sin la presencia de los humanos. Sé que no es una buena estrategia pedagógica, pero realmente no nos está funcionando hacerlo de otra manera.
—¿Sirven las cumbres internacionales?
—RM. La última COP tampoco ha servido para avanzar mucho más en los compromisos internacionales. Seguimos utilizando palabras como instar, alentar, invitar, cuando urge un lenguaje mucho más vinculante, más punible para aquellos países que no están cumpliendo con los compromisos y siguen con tasas de contaminación muy elevadas. La comunidad científica habla claro desde hace muchos años y no se la tiene en cuenta porque propone cambios estructurales. Tenemos datos y conocimiento, pero hace falta acción, compromiso y determinación para que cambie de forma radical el modelo y nos permita seguir viviendo en el planeta.