CONSERVACIÓN

Paisajes cortafuegos

La zona mediterránea es una de las regiones con mayor riesgo mundial de incendios por el cambio climático

WWF alerta del riesgo de incendios de sexta generación, imposibles de apagar, si no apostamos por paisajes mosaico

En la sierra de Gata (Extremadura)se están potenciando los sistemas agrosilvopastorales que fijan la población y previenen incendios. Paje de dehesa WWF/ José Luis Regalado

CH. B.

Soluciones para transformar el territorio para que sea menos inflamable y evitar el impacto de decenas de miles de incendios forestales cada año es lo que pone encima de la mesa la organización conservacionista WWF con su informe «Paisajes cortafuegos», donde alerta de la urgencia de transformar el paisaje actual en un paisaje mosaico cortafuegos para extinguir los incendios forestales mucho antes de que se produzcan. Un importante y urgente cambio en la ordenación del territorio que, señala, permitiría reducir notablemente el impacto de los incendios, que actualmente rozan los 12.000 siniestros al año en España y más de 18.000 en Portugal. Por ello, pide al Gobierno y a las CCAA una estrategia integral de gestión de incendios forestales que invierta en prevención social y que ponga la gestión del territorio en primer plano.

El informe señala que la « la clave pasa por recuperar el paisaje mosaico, de manera que se conjugue un tejido productivo con la conservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático. Y esto solo se puede lograr si se recuperan los paisajes tradicionales, que son aquellos donde existen pastos con usos ganaderos extensivos, masas forestales bien gestionadas, cultivos extensivos y bosques autóctonos«.

Incendios de sexta generación

La organización alerta de que en todo el arco mediterráneo está aumentando la probabilidad de que se produzcan incendios de alta intensidad, simultáneos e imposibles de apagar . Los denominados incendios de sexta generación. Este nuevo escenario de incendios extremos requiere también de una mayor demanda social para la puesta en marcha de una ambiciosa política de prevención que priorice la gestión del territorio. Así insiste en que «esto implica necesariamente pasar de un modelo centrado en altas inversiones para avanzados dispositivos de extinción que ignora los efectos del calentamiento global y la acumulación de combustibles a otro modelo que apueste por promover paisajes resilientes, vivos, rentables y mucho menos inflamables« .

Los incendios son un problema social y, a diferencia de otros desastres, muestran un estrecho vínculo con la acción humana (el 95% responden a causas humanas) . Además, las estadísticas indican que siempre arden las mismas zonas y, además, si prosigue la misma tendencia de inacción, volverán a arder con una recurrencia de entre 10 y 20 años porque, junto con episodios de meteorología extrema, el gran desencadenante del fuego es el paisaje. No obstante, WWF recuerda que el fuego es un proceso natural con el que hay que convivir, por lo que el reto consiste en aprender a mitigarlos mejor, minimizar los impactos socioeconómicos y conseguir que sean lo menos grandes e impactantes posibles.

El análisis también describe el paisaje ibérico como un 'cúmulo de problemas'. El abandono rural y su consecuente abandono de usos tradicionales, sumado al aumento de la superficie forestal con una escasa gestión forestal, con bosques a la deriva -por un cambio climático cada vez más notable- y casas en el monte sin medidas de autoprotección son los ingredientes perfectos para que se desate el desastre cada año.

Para poner fin a este cúmulo de problemas ya están en marcha pioneras iniciativas inspiradoras que pueden contribuir a lograr estos paisajes cortafuegos. Este es el caso del proyecto mosaico Sierra de Gata (Extremadura) donde se están potenciando los sistemas agrosilvopastorales que fijan la población y previenen incendios. Otro ejemplo sería el proyecto para la recuperación de la zona afectada por el incendio de Las Peñuelas, en pleno Espacio Natural de Doñana en 2017, donde ardieron más de 10.300 ha, incluidas áreas sensibles para especies amenazadas como el lince ibérico, y que puso en serio riesgo a la población de Matalascañas, con unas 130.000 personas en peligro potencial. Este siniestro ha ofrecido una oportunidad para poner en valor la necesidad de reducir el riesgo de incendio en espacios de alto valor natural y repensar otro territorio más diverso, menos vulnerable y donde los pinos ya no dominen el 88% del paisaje como ocurría antes del incendio.

En Portugal también se están llevando a cabo este tipo de iniciativas transformadoras, como Clima Positivo Rebanhos+, que pretende potenciar la ganadería para reducir el riesgo de incendio. Este proyecto utiliza el pastoreo como herramienta para gestionar espacios naturales, prevenir incendios de manera coordinada entre diferentes territorios fronterizos y recuperar áreas degradadas. Otro caso de estudio destacable en Portugal es el de Alvares, que en 2017 sufrió dos incendios extremos (Pedrogão Grande y Góis), donde ardieron en total más de 50.000 hectáreas. Esta iniciativa representa una oportunidad para crear un modelo de desarrollo territorial y de aumento de la inversión en zonas del interior del país muy afectadas por incendios forestales y con población envejecida.

Lourdes Hernández, coordinadora de lucha contra incendios en WWF España deja claro que «los incendios del futuro solo se podrán evitar recuperando el paisaje tradicional en mosaico del pasado, pero sumando criterios de sostenibilidad que permitan la conservación de la biodiversidad y adaptación al cambio climático. Tenemos la gran oportunidad y responsabilidad para transformar de forma urgente el territorio para evitar incendios de altísima intensidad y revitalizar el medio rural».

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