Prueba en Marrakech
Volkswagen Touareg: el Rey del desierto gana en casa
La tracción total permanente, la suspensión neumática, los cuatro modos de conducción off-road y las cuatro ruedas directrices convierten al SUV grande de Volkswagen en un compañero ideal para afrontar los tortuosos caminos de África
A finales de octubre la estación de esquí de Oukaïmeden, en el Toubkal, el pico más alto de la cordillera del Atlas, es poco más que un yermo páramo. A 2.600 metros de altitud, las pistas, que entre enero y marzo atraen a miles de esquiadores en busca de nieve -un bien muy codiciado en el norte de África- aparecen marchitas y vacías. Allí, en medio de nada, se detiene el pequeño grupo de Volkswagen Touareg . Bruñidos por el sol y apenas cubiertos por una fina capa de polvo rojizo, parecen venir de otro mundo. Pero están en casa.
Llegar hasta aquí ha sido la parte fácil. Partiendo de Marrakech, a unos cien kilómetros al norte, la mayor parte de la ruta discurre por una carretera que en España apenas alcanzaría el rango de comarcal. Los hoteles de superlujo dejan paso a pueblos desgastados con casas de adobe. Camellos, motocicletas y coches en todos los estados de conservación imaginables se alternan para violentar las más elementales reglas de circulación, en un recordatorio constante de que avances tecnológicos como el asistente para cruces (que advierte en casos de tráfico transversal) no son solo meras notas al pie de página de un folleto de publicidad.
La carretera no ha supuesto ningún reto para el Touareg. Sobre el asfalto se desenvuelve ágilmente gracias a su brioso propulsor V6 TDI de 286CV y su caja de cambios automática Tiptronic de 8 velocidades. Un gesto con la palanca, o un toque a las levas del volante, permite alcanzar el régimen de revoluciones necesario para superar rápidamente cualquier vehículo más lento en los márgenes de la vía. Un trámite innecesario, porque el modo automático de la caja se basta para hacerlo con eficacia, pero más emocionante que dejar todo el trabajo en manos de la máquina.
La verdadera aventura, sin embargo, comienza aquí. Cuando la pista se desvanece, el Touareg, que puede afrontar pendientes de 23 grados y desniveles laterales de 35 , se demuestra capaz de escalar sobre la embarrada ladera del Toubkal. Aunque para ello necesita de todas sus virtudes. La primera, su tracción total permanente. La segunda, el diferencial central autoblocante, que permite distribuir el par de forma asimétrica y dinámica. Por ejemplo, otorgando hasta el 70% de la fuerza motriz al eje delantero, y hasta el 80% al delantero, para compensar posibles pérdidas de tracción.
La tercera, y más importante, es la suspensión neumática opcional. Basta con recurrir al selector para, que de forma silenciosa e imperceptible, el Touareg «crezca» en 25 milímetros en nivel todoterreno, o hasta 70 en el modo «todoterreno especial». Una funcionalidad especialmente útil para superar un curso de agua, ya que incrementa la capacidad de vadeo hasta los 550 milímetros, y que también se traduce un mayor confort sobre el asfalto. En autovía, por ejemplo, a más de 120 kilómetros por hora, la suspensión neumática rebaja automáticamente la altura hasta 25 milímetros, lo que minimiza la resistencia aerodinámica, reduce el consumo y mejora la estabilidad. En parado, el «nivel de carga» baja la carrocería hasta 40 milímetros para facilitar el acceso al maletero.
De nuevo con la mente puesta sobre el barro, se hace necesario jugar con el selector de perfiles de conducción Active-Control .
En los modelos como el nuestro, equipados con el paquete todoterreno, las opciones incluyen, además del modo Auto de serie, un perfil específico para Arena profunda, otro para caminos de tierra, y un modo Experto personalizable.
Este paquete también añade características como la argolla de remolque abatible, protecciones extra para los bajos y la batería, y un tanque de autonomía extendida con capacidad para 90 litros de combustible. Capacidades que serán sumamente útiles para la siguiente etapa del viaje, el descenso por el polvoriento valle de Ourika . Medio centenar de kilómetros que transcurren sobre una pista tan rota y pedregosa que harían que una cabra se lo pensara dos veces antes de adentrarse por ella, y que solo es apta para recorrer a pie o en un todoterreno sumamente dotado.
A un lado de la ruta, tan empinada que el control de descenso entra en juego en más de una ocasión -gestionando automáticamente la velocidad o la tracción-, una pared de afilada ruta amenaza con arrancar de cuajo el retrovisor del copiloto. Al otro, un imponente desfiladero alimenta el vértigo del conductor.
Cerradas curvas en ángulo de 180 grados ponen a prueba la destreza de quien maneja la rueda, aunque el Touareg se lo pone un poco más fácil que cualquier otro modelo.
La clave, de nuevo, es otro avance tecnológico: la dirección a las cuatro ruedas, una tecnología novedosa en Volkswagen. Hasta velocidades de 37 kilómetros por hora, y en modo todoterreno intenso, las ruedas traseras giran automáticamente en ángulo opuesto a las delanteras. Gracias a ello el Touareg reduce en hasta un metro su radio de giro, con lo que el coche, de casi cinco metros, puede maniobrar prácticamente igual que un compacto.
Cincuenta kilómetros después, el Touareg avista de nuevo el asfalto. Una visión tan refrescante como un oasis, aunque despierta un atisbo de añoranza de la aventura recién terminada. Un viaje que ha afrontado sin un titubeo. Al fin y al cabo, hoy jugaba en su territorio.
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