La fuga de Ghosn fue orquestada por un ex boina verde y fructificó tras más de 20 viajes a Japón

Ghosn, ayer, y en primer plano su mujer Carole, también investigada por Japón a raíz de la fuga AFP

Patxi Fernández

El expresidente de Renault-Nissan-Mitsubishi Carlos Ghosn, explicó ayer desde el Líbano los motivos de su huida desde Japón a Beirut, sin querer entrar en detalles sobre su rocambolesca huida. Ghosn considera que ha sido víctima de una «conspiración por parte de directivos de Nissan y el propio gobierno de Japón» para lograr apartarle de la presidencia del consorcio automovilístico, al tiempo que acusó a Nissan de haber gastado más de 200 millones de dólares en una campaña para investigarle y destruir su imagen.

«Quiero lavar mi nombre y dejar claro que las acusaciones de la justicia japonesa son falsas», ha asegurado ante más de un centenar de periodistas. El directivo fue arrestado el 19 de noviembre de 2018. La justicia japonesa lo acusa de numerosas irregularidades financieras, entre ellas haber ingresado 72,5 millones de euros de más entre 2010 y 2018 y haber transferido pérdidas de sus negocios personales a la empresa. «No estoy aquí para presentarme como una víctima, sino para denunciar un sistema que viola los principios más fundamentales de la humanidad».

En su comparecencia ante los medios de comunicación Ghosn defendió que el proceso que ha vivido se debe a una «persecución política». Todo empezó, según sus declaraciones, cuando las ventas de Nissan empezaron a caer en los mercados más importantes, al tiempo que Mitsubishi se enfrentaba a una situación también complicada.

Aunque el directivo libanés no quiso dar detalles sobre su fuga, en los últimos días se han ido conociendo con cuentagotas. El «Wall Street Journal» señala que Ghosn subió al avión en la terminal de vuelos privados de Osaka escondido dentro de una caja para equipos de sonido. El periódico cita fuentes cercanas a la investigación en Turquía y señala que el fondo de la caja había sido perforada para garantizar que pudiera respirar. Voló hacia Estambul sobre espacio aéreo ruso porque no hay acuerdo de extradición entre Rusia y Japón, que si lo tiene con países como Corea del Sur.

El avión Bombardier en el que viajaba Ghosn aterrizó en el aeropuerto Ataturk de Estambul a las 5,30 horas del 30 de diciembre. Allí tomó un vuelo hacia Beirut (Líbano). Ghosn, que tiene nacionalidad francesa, brasileña y libanesa, pudo ingresar al Líbano con un pasaporte francés, según muestran los documentos del aeropuerto, aunque el ministro francés de Relaciones Exteriores, Jean-Yves Le Drian, niega que fuera así.

Un equipo internacional de hasta 15 personas, liderados por el estadounidense Michael Taylor -antiguo «boina verde»- y el libanés George-Antonie Zayek -miembro de las milicias cristinas libanesas- ayudaron a Carlos Ghosn a fugarse de Japón. El comando realizó más de 20 viajes al país e inspeccionaron al menos diez aeropuertos antes de elegir la terminal Osaka como la más laxa en materia de seguridad.

La tarde del 29 de diciembre Ghosn sale de su casa y se encontraba con dos hombres en un hotel de Tokio, según la cadena NHK. Los tres subieron a un tren bala desde la estación Shinagawa de Tokio hasta una estación en Osaka, a la que llegaron a las 19,30 horas. El trío se registró en un hotel cerca del aeropuerto, pero solo los dos hombres que acompañaban a Ghosn fueron captados por las cámaras de seguridad.

Motivos del complot

Desde el punto de vista de Ghosn, existen dos motivos fundamentales para urdir el «complot». El primero de ellos fue el deterioro de los resultados de la compañía desde 2017, cuando Ghosn decidió dejar el cargo de consejero delegado para centrarse en la alianza con Mitsubishi. El segundo motivo fue el malestar existente en la cúpula de Nissan y en el Gobierno de Japón por la posición dominante del Gobierno de Francia en el accionariado de Renault. Así, explicó que la «ley Florange», que aumentó los derechos de voto de Francia en la alianza, provocó que «en Japón encontraran injusto que Nissan tuviese cero derechos de voto cuando posee el 50% del capital. Aquí comenzó una especie de desconfianza por parte de nuestros colegas japoneses, particularmente hacia mí. Algunos consideraron que para deshacerse de la influencia de Renault sobre Nissan tenían que deshacerte de mí. Y tenían razón».

Recordó que en 2017 la alianza era líder en el sector, con previsión de crecimiento y con planes de añadir a Fiat Chrysler. « Estaba negociando con John Elkann (presidente de FCA). Ahora todo eso se ha perdido» afirma Ghosn. Analizando la evolución económica del grupo, afirma que desde su primer arresto en noviembre de 2018, la capitalización de Renault y de Nissan se ha desplomado, con pérdidas para la marca Renault de 20 millones de euros diarios y de unos 40 millones diarios en Nissan.

«Huyo de la injusticia»

Ghosn quiso aclarar que no huyó de la justicia «sino de la injusticia y la persecución política. No tuve más remedio que protegerme, fue la decisión más difícil de mi vida. Respecto a los delitos de los que se le acusa en Japón, aseguró que en ningún momento ha percibido ninguna remuneración no autorizada y que lo que ganó fue aprobado por el consejo de administración y revisado por las diferentes auditorías realizadas a lo largo de los años. Además, señaló que las casas que utilizaba en Líbano y Brasil eran propiedad de la empresa y para ello tenía autorización del consejero delegado en ese momento, Hiroto Saikawa, entre otros.

En su comparecencia ante la prensa quiso aclarar que ha estado esperando este momento «durante más de 400 días desde que fui secuestrado brutalmente y separado de mi familia y de mi negocio». Así, acusa directamente a ejecutivos de Nissan y a la justicia japonesa: «Se me consideró culpable desde el primer momento debido a ciertos ejecutivos de Nissan con la complicidad de la oficina del fiscal de Tokio y un bufete de abogados». El ex CEO de Renault Nissan recordó también el momento de su detención y su puesta a disposición de las autoridades judiciales japonesas. Tras ser detenido dice que sufrió múltiples interrogatorios «sin presencia de un abogado durante horas y bajo acusaciones que no suponen delito en la mayoría de los países», asegura. También denuncia que durante el tiempo en que permaneció detenido tan solo disponía de 30 minutos al día para caminar. «Me podía duchar únicamente dos veces por semana y no tenía posibilidad de hablar con nadie en francés o inglés».

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